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242 mantener la verdad de su religion y de su fe contra todos sus enemigos, hasta dar la vida en su defensa si fuése Ma- tatias, de sus hijos los Machabeos, de los Asidáos 6 soldados de la los valerosos y fuertes de Sagrada Historia Testamento, y de Emperadores, y gran- des Señores en la Ley de Gracia. To- do buen hijo de la Santa Iglesia debe necesario, como del Santo santa, y de Israel lo refiere la en el antiguo se lee muchos Reyes tomar las armas para defenderla de sus contrarios y enemigos, cuando la necesidad lo pida y lo permitan sus facultades, como de un Carlo Mag- no, de un Enrique primero, Empe rador de Alemania, y de un Othon primero, llamado el Grande, y de otros lo leemos en la historia. Y todo leal vasallo nace con la obligacion, no sólo de servir ! legítimo Rey, y de defender vida contra las asechanzas de sus traidores y enemi- gos, como lo hizo Mardoqueo con Asuero descubriendo la oculta conju- racion de Bagathan y Thares contra su vida, y Josabá, hermana de Ocho- zias, ocultando á Joas el hijo más pe queño de este Rey, á de obedecer á su quen como á los demas trataba de quitar la vida su Í implísima abuela Athalía; mas tam- bien de conservarla con respeto a su eminente dignidad, aunque sea con al gun detrimento propio, como lo con- vence el raro ejemplo de David con su adversario el Rey Sanl, dos veces repetido. No te acreditarías de buen católico, del por de ICOPO ni de hijo celoso debido á la Santa Madre Iglesia, ni de vasallo leal á tu Monarca, si ha Hlándote sin obstáculo alguno que Le lo impida y con las proporciones cor- respondientes para mar una ocasion en que todas las leyes divinas y humanas pa- rece que lo exigen. » Hasta aquí el Bea to, quien en parte añade: « Ella (la fe) estrella fija y polar, á que atenta la nave de nuestra alma, navega por el proceloso mar mundo, sin miedo de zozobrar en borrascas, Ella es la luz, que con cla ridad nos muestra el seguro camino de nuestra apetecible felicidad. Y ella el sol hermosísimo que nos ilustra con el celestial resplendor de las divinas verdades, que como inefables nos en- ello, dejases de LO las armas en otra es la de este sus eS CAPÍTULO LXIV seña. De ella dijo nuestro amabilísimo tedentor, que es para el alma son los ojos para el cuerpo: torcha, de precisamente para el buen órden y para la tada disposicion de todos mientos. » (Novena ee 760. — Prueba de gran fe, la a- pere e ro respetuoso y grave. con que no sólo en sino en público, al frente de los audi torios más respetables y serios, dela- lo que una an- que necesita concer- sus movi San Rafael) nimosidad y secreto taba siempre lo creía prudent e y oportuno cuantas Op iniones, sentene le 18, cuadernos, libros comprendía ser perjudiciales y dignos de de mano de los católicos, cré aa » 6 cireunstancias de i las amenazas, ni los hiciesen que arrancar sin que el auto- dicterios retroceder, sus res, de sus afectos, 761. — Nacía de la grandeza de su fe, la veneración V respeto con que hablaba y escribía “del Santo Tribunal. Con mucha frecuencia hablaba de este de la tiene toda C onsejo respet: able, necesidad que á obedecerle persona, caracter, ya en órden á las delaciones, ya en la de libros prohibidos y cosas de su jurisdiecion. Es cierto que aleuna vez fué delatado por sus ému- sea cual fuese su empleo 6 entrega demas los, pero tambien lo es, que sus con- no sólo le vin dicaron plenísimamente, sino que aca: hándose de1 cierto Tribu nal, exclamó sin libertad digno Presidente: « O homo, est fides tua! » Puede muy bien y sin temor nuestro testaciones 6 apologías, eer una en su como magna 162. — asegurarse que si Beato es peraba en Dios con firmeza, st loa con actividad y efic: cegado si oraba ast tizgaba si le maba acia, humilde y cuerpo s10 servía confiado, si su piedad, si SÓ aba sufrido toda tribula ne si renunció el mundo y pudo en él haber, si hizo cosas memo cuanto rables y prodigiosas, como se ha visto y se verá, fué porque la fe era su bá su arma, su defensa Pudo muy bien rastrearse 20 mo sentía de la fe, por los efectos qu semblante culo, EE (03 su escudo, en su corazon y causaban las ocurrencias ó sucesos ya favorables, va adversos de la misma fe (1). Cuan (m1 i r ami eh 1 3aci par ticular y des

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