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GAP. LXMI — EPIDEMIAS D lelesia en la ocasion de dos sermones que he predicado en ella uno el dia de Nuestra Madre del Cármen, y otro en el de Nuestro Patron Santiago, vió en el primero que al tomar yo la ben dicion en el altar, parecía otro muy diferente del que soy, como lleno de laz de los dones del Espíritu y que predicand ), Sallan rayos de lu con las palabras, que llegándo á los corazones de los oyentes, recnazaban los más, dejándolos en su fealdad, y eran muy pocos los que al tocarlos se dejaban tocar y penetrar tanto de su luz que con ella queda an baña das sus almas y hermosas como An seles ete. En el sesundo vió que las palabras que pronunciaba en el ser mon, unas parecian lamas, otras te nian figura de saetas encendidas,y que en los oyentes sucedía lo mismo casi que en el primero ete. Esto no sólo me hace titubear de su verdad porque me conozco, sino que me llena de miedos grandísimos, porque estoy convencido de que mi predicación de be ser, como toda de Dios, llamas y saetas: Verbum ¿psius quast jacula ar / debat, pava lo cual me es necesario ' un corazon inflamado ete QUASt 1GNES y que hallándome distantísimo de « to, Soy responsable de las almas que dejan por esta causa de convertirse ete. Mucho me aflije este conocimien- tó: mas no es tanto como debe ete. Dios me mire e m mis meordia... CAPITULO LXUHL. Epidemias de Andalucía, Ultimas sartas. A$ dl, Al tratar de las epidemias ¡ue JUVP este tr 1po causaron tantos « te ' tragos en Andalucía, cr mos necesa- ñHO Empezar por referir tres profecíás del B. D late | ) lego en las que claramente y con grande dolor suvo las anunciaba ' 1 , Abrióse de nuevo el teatro cómico que por ruego y. á solicitud d su digno ; y YZODISPDO estu ' OI Muno Ñ JS “ado en S Se rej 1ó en SI Í at ' na 1 aque ' vicio de “uo 1 ) ' ! ma md )- "084 satira conti el clero y aun con determinada persona de él, muy PG l $ I Ñ Ñ imada en aquella ciudad. Dió tal “9Mposicion mucho que hablar dentro 193 ANDALI A. ULTIMAS CARTAS 0) y luera de ella, pues qui impresa se comunicó á todas partes, y al fin hu bo de prohibirla el santo Tribunal eo mo comprendida en reglas de su pul Ciosisimo espu atorno Ant do es tarlo y en lo más vivo de las dispu tas á que dió motivo, fué nuestro B. Diego á predicar á aquella ciudad, y 3 sermones habló con su acostumbrado celo. y lorvor Coniposicion Hi- , ; sinuada, Conminó varias veces al pue blo, y la última tarde entre otras dijo beis divertido á costa del honor de « los Sacerdotes de Dios: habeis abu « sado de su respetable traje, y en pú- « blico habeis trado á eónvencernos « de venales de la sana y santa mo « ral... pues dias vendrán, y no están « lé Os, en que Dbuscarels de Span widos « á los Sacerdotes, y no los encontra « reis: los llamareis 4 orto revol « cándoos en vuestros lechos y en las « calles, y no os responderán, ¡ah « ¡ab! ¡ah! ¡cuántos morireis sin el « consuelo y anxilió de su asistencia « y exhortaciones ! » ¿Pueden olrse anuncios más severos? El auditorio que era crecidísimo y de toda especie de personas, se dividió en dictámenes ú opiniones. Unos decían: ¡ qué impru dente ha estado Fr, Diego! Otros: ¡ vaya, que le han llenado la cabez: de disparates los beatos y las beatas! Unos temían, otros como ¡ue se bur ' ban, pero todos conventlan en que sus amenazas eran durísima « durus NRUNLLUS », pero ojalá que no se hu biesen realizado tan pronto. Pres años no pasaron n que el cruel azote de la epidemia O contagio cCcuyese sobre ad ella hermosa ciudad. En pocas se manasel fuego pe tilencial se apod ra de su extensa blación y de los bar rios queda rodean, y en fines de Se tiembre. no era Sevilla sino un hOS|pl= tal que contenía entre cuarenta á cin cuenta mil en nos á la vez. us Co munidades, aunque tantas y tan abas tecida de Sa p Hu carnalivos y ce losos a cual mt penas consel 11,111 d ó tres en aptitud de asistir Á su moribundos 11 Manos. su Clero aun que tan crecido como dedicado L 10 ejercicios de su carácter, miraba ) reducido á cortísimo número, y por ll AA Pf O O e o e rr ANNE Dr ic UP NA ER

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