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CAP. XXXI —— EL-B. corona á María SSma. nuestra Señora, sufragar las almas del Purgatorio, vi- sitar y curar á sus hermanos terceros que están enfermos y socorrer á los necesitados, haber Misa y aprovechar á su familia de lo necesario; privándose al mismo tiem- po de todo lujo, pompa y ve anidad que es enemiga del ánima cristiana y re- ligiosa, de todo espectáculo y profanos que desdigan de una media- na moderación, y aun se abstenían por concurrir á los santos de su Venerable Orden tercera, de los paseos indiferentes del campo y de toda otra junta y concurso que la de su familia para cuidarla y ser- yirla, De eran los que iban en la dicha procesion, y los que ordinariamente concurren to- años son lo mismo ; y los que se extravían de las dichas prácticas no concurren, aunque sean hermanos ter ceros. despues de oido actos ejercicios hasta estas calidades todos dos los conocimientos 350. — « De estos con tanta Ó más extension y solidez tuvo otros el P. Fr. Diego de Cádiz que el Señor.le comunicaba para su consuelo y enfervorizarlo, en casi to- das las Misiones que hizo, en las con currencias que se juntaban para oirlo, y cuando asistían á las procesiones de penitencias que siempre los aprovechados eran de las elases insinuadas, de aquellos que las reales órdenes del Monarca llama é intitula hombres buenos y vecinos hon rados de sus pueblos por sus virtudes más fer- VOPOSOS Cono los mas sencillos E aplicados a sus deberes. Muchas veces insinuó e8s- to el P, Fr Diego á sus confidentes, no tanto por propio desahogo y com- placencia cuanto porque alabemos . á Dios y por ello le gracias, y sería no acabar cuanto sobre esta ma- feria el ' sirvió comunicarle, encendiendo su ánima en amor y ca- ridad para que hiciera cuanto hizo, y no pudo hacer tanto cuanto su fervor de espíritu Je dictaba por la pesadez y enfermedad á que el Señor demos Señor se de su cuerpo solía acudir con milagros por que de otro modo no cabe en fuerzas humanas tanto cómo hizo y trabajaba por la salud y salvacion de las almas. (MS, A., en el cual hay frases poco inteligibles, que copiamos textual- mente), DIEGO ELIGE NUEVO DIRECTOR 117 CAPITULO XXXI. El B. Diego elige nuevo Director. 301. Tuvo la dicha y consue lo de ser del P. Maestro Gon- zalez en la direccion del B. Diego, el Licenciado Don Juan José Alco- ver (1), Dignidad de Abad Mayor de la Real Insigne Iglesia Colegial del Salvador de la Ciudad de Granada, En efecto, desde la muerte de su sa bio Director Padre Gonzalez, fué uno de los mayores cuidados del B. Diego pedir á Dios luz y oraciones para con seguir el Director que fuese de la vo- luntad del cuyo fin aplicó Sacrificios, oraciones y mortificaciones por algun tiempo y despues de ha-= berlo consultado con la Reina y Madre del Buen Consejo, con fecha 25 de Mayo de 1784 escribió al Sr. Abad: « Padre mio: por lo que al presente ente ndo, me pi arece es la voluntad de Dios me sujete á la direccion de V,; en fuerza de esto pido 4 V. y le su- sucesor señor, á plico puesto á sus pies que compade- cido de mi extremada necesidad, y del desamparo en que me hullo, me ad- mita á su obediencia, para enseñar- me, corregirme y encaminarme al fin de mi vocacion; que haré puntualísi- mamente cuanto me mande, de la gracia de Dios, que de su infi- nita bondad Ya considero 6s gravar á V. porque yo todo el resto de sus santas faenas; pero el asistido espero, demasiado, solo le sere más VTraVvoso que Señor que lo ha destinado para ello, le dará cuanto para mi necesitase , 0S- pero de la mucha caridad que á v. siempre le he debido, que no me ne: 1) Este Señor Abad profesaba Áá nuestro Fr, Diego particular estimación desde que lo conoció y trató en aquella ciudad el año de 1779 que hizo recibió ision en ella la carta y ciertamente que- sorprendido al leerla, y dictándole en el pron- to su humilde espíritu, no ser apto para la direc- cion y gobierno de varon tan perfecto, le contestó excusándose con muy sabiasy prudentes reflex lo- nes, alegando al fin que sín parecer y dictámen su peculiar ctor 1 polía resolverse á to- ar un encargo que á nbos podría ser muy per- 1. 8 1 para ello elegido de Dios; que mutuamente encomendasen el negocio á la ora- cion y esperasen que el Señor manifestase su vo- luntad á su tiempo. Sin perderlo hizo el señor Abad la consulta, y la respuesta para el efecto fué que lo admitiese,

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