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qa az EAS e E 324. — « Nada vi en todo esto, pero sí se me ¡ba proponiendo con tanta seguridad que no me dejó arbitrio pa ra dudar en ello: el rato en que su- cedió esto no fué corto, repetía las propias instancias frecuentemente y siempre con gran fuerza interior, aun que no tanta como la referida. Se des vanecieron mis temores y se me dió una notable tranquilidad de espíritu con una generosidad tal que me pa- recía tener ya convertida la Corte en un dechado de religion y de piedad. No olvidaba en medio de esto cuál debía ser la conducta y ejemplo de mi vida; y hablando yo conmigo, que- riendo exhortarme á la oracion en el nombre de Cristo mi Señor me dijo: órame mucho Diego mío; apénas lo dije que sus efectos de humillacion etc. me hicieron parecer me hablaba de aquel modo Jesucristo mi Señor: le dí palabra de cumplirlo, y con esto lle- gamos al término de nuestro viaje. listaba dispuesta la Mision para que $e principiase la tarde del dia 17 como en efecto así se hizo; mas desde luego que se empezó á tratar de esto, advertí que la ordinaria desolacion en que siempre vivo creció á un extremo in- decible: el interior fué ocupado de una nube 6 tiniebla densísima que me de- jaba incapaz aun de pensar lo que había de predicar: la congoja y amar- gura eran desmedidas y todo lo demas era consiguiente á esto. Resolví por último que el primer sermon fuese una como homilia del Capitulo primero de Isaías; pero lo hice tan caido el inte- rior, estéril de voces, falto de afectos ete., que apénas podía hablar. Del mis mo modo estuve el dia siguiente, bien que para mí quedaba muy recogido y movido á devoción interior despues de haber predicado. 325. — « A este tiempo me traje ron una de V. del 26 del pasado que creo incluyó á D, Lorenzo, y su leccion me sirvió de repetir con mayor ver dad los actos de resignacion en la voluntad de Dios, aunque esta fuese de que no se lograse el fruto que de tan corazon deseo. Este se avivó bas- tante junto con el de acertar en todo y no separarme un ápice del querer de Dios y de lu observancia de las doctrinas que V, me da y mi alma tanto apetece. Sigo en los mismos tér- 108 CAPÍTULO XxXvill minos de interior oscurísima desola- cion, aunque algo más esforzado en la predicacion, en la que los actos de contricion son como efectos de la amarga situacion en que me hallo: el Señor haga en mí su santísima volun- tad. He dado principio á tratar de la fe. su necesidad _ modo de creer, ha- ciendo presente el gran beneficio que Dios en esto nos ha hecho: pensaba seguir proponiendo sus pecados Opues- tos, y el testimonia tua credibilia fac ta sunt nímis: cuando me escribe un amigo, el Sr, Visitador de este Arzo bispado, mude de sistema porque em- pieza ya á notarse esto y que será bien lo reparta en las tres Misiones Ó semanas que han de hacerse aquí: Tomé el consejo E desde ayer empecé á proponer. las obligaciones del cris tiano quoad mores por la profesion del bautismo ete. : los concursos son grandes y de gente de la primera dis- tincion, Eclesiásticos, Grandes, Minis- tros, Consejeros ete., mas me parece no les llena tanto como esperaba por el concepto que tenían formado ete. De esto y lo demas me desentiendo repitiendo al Señor Ego gloriam meam non quaero. 326. — « No confieso á persona al- guna, no hablo con mujeres aunque me llamen y sean de la mayor dis- tinción, y en esto procuro hacer lo que V. me manda. Viéndome así he dispuesto hacer las comunes mortifi- caciones de dormir sobre las tablas, usar los tres cilicios miéntras la pre dicacion, uno de ellos bien grande, traer un largo rato á la mañana la pipa de Cavadonga en la boca y á la disciplina diaria añadir segunda, yal para suplir las que en este tiempo del viaje han faltado y ya por ofrecer es ta bagatela á mi Señor crucificado pa- ra el fin de lo que á mayor gloria suya deseo; los tres dias que en la semana la tenemos de comunidad, sue- len ser tres las que hago. Ayuno sin trabajo; por la mañana no uso la ca- dena porque me parece estoy algo a- menazado de los dolorcillos eólicos: dedico á la oracion los ratos que pue do, pero me domina mucho el sueño no obstante que duermo lo que acos- tumbro. » 327, — El celoso Director del Beato con sus sabios y paternos consejos le

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