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escribió con fecha 12 de Julio de 1782 Áá una persona muy molestada de ve 93 hementes tentaciones de desconfianza 6 desespa Pacion : señor D N.de toda « mi estimación: Dios sea siempre con « nosotros, para que en todo le agra « demos. Disgustadísimo leí la de V. « de 4 de Mayo por los grandísimos « disparates que ella me propone, en « Órden al modo con que V. siente « de la misericordia de Dios. ¿ Dónde u ha leido v, que esta misericordia no « es pura los que han abusado, y des- « perdiciado sus beneficios? ¿Quiere « V. con esa Luciferina humildad, con- « fesarse indigno de la vida eterna ? a / Pues que, no hay OLPOSs medios pa « ra manifestar que de nDOSOtros, Ó por ] ; « nosotros no la merecemos? ¿ Quie « re V. por tan impropio medio pu dl « blicar sus muchos pecados, para que « lo tengan por lo que es 1 ¿0 quiere « acaso mover á compasion á los que « le vieren triste y macilento á efecto « de estar poscido de los diabólicos « pensamientos que vácia en su carta? « Maldita sea de la Beatísima Trinidad, « la humildad que nace de tal descon- « fianza de su misericordia. Maldito « el Angel que la inspira, y malditos « los efectos que ella produce en quien « la abriga -Sr, D. N. si V. ha de « seguir pensando tan bs jamente de «la bondad de Dios, ni se acuerde « que vivo, ni que tuo tal amigo, ni « vuelva á tomar la pluma para es: 4 « eribirme, ni haga oracion por mí, « pues no necesito de su oferta y fi- | « neza para cosa alguna. Yo soy un «wanfeliz pecador, que habiendo abu a sado, y abusando continuamente de « la piedad del Señor, merezco me « abandone á mis delirios, y no tengo « otro consuelo, que la humilde sesu « Pisima esperanza en su infinita mi « sericordia. Maldita humi dad, repito, « la que para humillarnos delante de a Dios, pone en nosotros, ó más cul « pas, ó más malicia que la que su « bondad puede perdonar: maldita sea « mil. veces, maldita sea semejante « humildad. Allá le vuelvo 4 V.su | « desatinada Carta, que nLeso quie « ro conservar de quien tan abier « tamente deshonra 4 Dios en su mi « sericordia, y tanto le agravia con | « su desconfianza. La puerta del Cielo « os la esperanza; la del Infierno la ] 106 CAP. XXVIL — DESCANSO. GRAVE ENFERMEDAb « desconfianza, y la impenitencia qué « á ella se siene. Infiera V. de aquí « qu buena podrá ser la h mildad « que nos llevará á los abismos si la « seguimos. Confieso, que soy el. ma « yor de los pecadores, el que más « mal ha usado y correspondido á los « auxilios y gracias que debo al Se. « nor, provesto como verdadero cató « lico, que hay en Dios sobrada mi « sericordia para perdonarme y sal « varme. Tan firme estoy en esto, que « creo tambien que si un condenado, 6 « el mismo Lucifer, hiciese un fervo- « roso perfecto acto de esperanza, « Dios le había de perdonar y llevar « del abismo al Cielo. Lo creo, Dios « mio, lo creo, y daría mil vidas que « tuviese en defensa de esta verdad, « Yo quiero, Se, D. N., que mis pecados « me humillen á los pies de Jesucristo « mi Redentor, y no á los del Demo- « nio mi enemigo, Viva la bondad in- « finita de mi Dios, viva su amor á « los pecadores, viva, viva mi Dios a misericordiosísimo para este pobre- « cillo, y los demas que le han ofen- « dido. Sr. D.N., ínterin no piense V « así, repito que no se acuerde de « buscarme, pues yo llamo, busco, y « quiero pecadores confiados, y DO « justos sin esperanza Nuestro ama « ble Dios de á V. esta y las demas « virtudes que le faltan y necesita, « Como se lo ruega un pobre pecador, « que vive y quiere vivir y morir en « la esperanza de su amabilísimo Sal « vador - Fr. Diego José. de la Is « peranza. — P.D No quise leer más « que hasta la expresion que va ra « yada, y esto me sobró para arrojar « léjos de mí la carta, y alligirme « demasiado. No vuelva V. á pensar « semejantes loquísimos desatinos. » del. Esta carta produjo el buen efecto que el Beato se propuso al es eribirla. Como que tendría profundo conocimiento del sugeto úá quien la dirigió vería que toda la valentia con que está escrita, se necesitaba para levantar aquel espíritu abismado en el cáos de la desconfianza á que tal vez, los escrúpulos ó la pusilanimidad de su ánimo le habían derribado; lo Cierto es que nuestro Beato tuvo el consuelo de que dando el Señor gra- cia á sus palabras, causasen todo el efecto que apetecía; cual se infiere de

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