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69 . gran combate de Lucifer con Cristo; pero. Cristo no estará sólo, pues tendrá junto á síá su Madre, para que sea ella quien concluya la ba- talla y consiga la victoria. Poco será para el Hijo de Dios vencer al enemigo orgulloso con su humildad y paciencia; el mismo adversario, áun en medio de su derrota , tendría una satisfaccion orgullosa al ver que había sido necesario que Dios, cuya virtud es infinita, entrase en liza con él para despojarle de su imperio. Pero no tendrá esa satisfac- cion, porque una mujer desmenuzará su cerviz; una mujer lo enca=- denará; una mujer lo relegará al abismo; una mujer le arrancará el cetro de su usurpacion inícua , ya que él se había servido de la debi- lidad de una mujer. para arrastrar el linaje umano á la apostasía. «No quería Dios Padre, dice un sabio expositor, que el diablo fnese condenado por solo la muerte de su Hijo, sino que había dispuesto que Sisara fuese entregado en manos de una Mujer (1).» Esta mujer había de ser la Virgen María , cuyo tipo era la vencedora del torrente Cison. Más expresivo es todavía este tipo en la heroina de Betulia, que con sus propias manos corta la cabeza de Holofernes. La casta, á la par que hermosa Judit, expresa en su cántico despues de la victoria lo que ella representaba en sus acciones. Vo se han opuesto, dice, al poder de este impío los Titanes , ni le harieron los gigantes descomu- - nales , sino Judit, que lo mató con su hermosura (2). Más claramen- te habló el pueblo, que entusiasmado por tanto valor y tanta fe de su heroina, exclamó diciendo por medio de su principe: Bendita eres del Señor Dios excelso, oh hija, sobre todas las mujeres de la tierra; no se apartará tu alabanza de la boca de los hombres , que se acorda- rán siempre del poder del Señor, por amor de los cuales no perdonas- le á lu vida (3). Por fin, tambien el sacerdocio tomó la palabra para decir lo que era Judit, y la llamó gloria de Jerusalen, alegría de 1s- rael, honra de su pueblo. Y no se contentó el sumo sacerdote con decir lo que Judit era, sino que manifestó el porqué de tanta grande- za , diciendo que. por cuanto había amado la castidad, por tanto la mano del Señor la había confortado , y por eso sería bendila para siempre (4). Pónganse en parangon vida con vida, acciones con acciones y razonamientos con razonamientos:; en la misma Judea floreció cinco siglos más tarde una Vírgen , 4 quien un ángel preguntó de parte de Dios si quería ser Madre de un hijo que sería grande y se llamaría Hijo de Dios, y heredero del trono de su padre segun la carne , David, (1) Ricard. á Sto. Laurent. lib. 2 de Laudib. Virg. En el libro trige- E tratarémos ampliamente este asunto. (2) Judit, cap. 16,v.8. (3) Cap. 13,v.23. (4) Cap.16,v.10,11.
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