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' 67 mos á esta sublime cantora , y la verémos arrobada toda en la consi- deracion de las obras grandes que ha hecho en ella el Todopoderoso, explicando las maravillas del Señor, cuya misericordia va de genera- cion en generacion para los que le temen, cuya diestra abate al or- gulloso y ensalza al humilde, cuya providencia da hartura de bienes á los hambrientos y deja vacios á los ricos, y cuya palabra tiene un cumplimiento exacto, porque Dios es veraz y misericordioso (1). S. V. Debora y Judit. Al examinar la historia sagrada con la piedad y atencion que de- mandan los libros santos, llamados por San Gregorio Magno «la:car- ta que el Todopoderoso ha querido dirígir 4 su criatura (2),» no pug; de menos de advertirse, que no quería el Señor dejar pasar ninguna época , en que no apareciesen los tipos animados de las dos personas que habían de preparar y consumar la obra de la redencion, cuales eran Jesucristo y su Madre. En efecto, despues de establecidos los hijos de Jacob en la tierra que les tenía prometida, fueron aparecien= do de tiempo en tiempo nobles matrogas, enyo carácter público iba siendo cada día-más notable por la posicion social que ocuparon. No son ya las esposas de los Patriarcas las que entran en escena, sino las heroinas que consuman hazañas varoniles y dan cima á empresas guerreras, 6 las reinas y princesas que arrastran la púrpura y el bro= cado en palacios suntuosos. Aquí es una Débora, que se sienta en el si- llon de la magistratura universal de la nacion, reune al pueblo , or= dena los escuadrones ', arengaá las falanges , sale al combate, presen- ta la batalla, gana la victoria, habiendo diclro ántes al general de sus tropas estas palabras llenas de misterios : Iré contigo á la batalla, mas esla vez no se atribuirá á lí la vicloria, porque por mano de una mujer será entregado Sisara (3). Alli es una Judit , que postrada en preseficia de Dios y cubierta de saco de penitencia , ora al Señor por su pueblo, á quien un general, enorgullecido con sus victorias y sus numerosas huestes, amenaza un exterminio” total, y al poco sale de su retiro, se desliza en el campamento de los sitiadores, entra en la tienda del caudillo, le corta con su propia espada la cabeza, y consigue una de las mas célebres victorias. Cosa sorprendente es, que Judit dijese 4 Dios en su oracion, lo mismo que Débora había dicho á su general Barac con lenguaje pro- fético. Haz, Señor, decía la primera, guecon su propia espada (1) Luc.,cap.1,v.46. (2) Epist. 60. (3) Judic,, cap. 4, v. 9. ) /

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