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PAP tn: PA A e n A A e : A 629 manto de escarlata , llamado libertad, emanerpacion del entendimiento, y Otros, con que se quieren encubrir, los exime de tener tuda la he- diondez de la herejía. Hace diez y ucho siglos que San Pedro nos dijo que la palabra libertad había de ser el velo con que los enemigos de Dios cubririan su perversidad (1). Estos hombres además han roto con el cielo, porque han roto con la Virgen. Han reducido la religion á un puro sistema humano, dando á la Madre de Dios unas prerogativas transitorias y sia consecuencia para el otro mundo, no permitiendo que ella tome parte en los nego= cios de su Hijo, ni que intervenga en la dispensación de sus gracias, ni concediéndola el quese haya hecho acreedoraá la gratitud de los hom- bres pur lo mucho que sufrió para que su Hijo los redimiese, ni permi- tiéndoles á éstos que puedan en sus angustias y allicciones llamarla con el dulce y consolador nombre de Madre, ni invocar su amparo en los azares de la vida y su proteccion en la hora de la muerte. ¡Qué incon- secuencias tiene la herejía! ¿Con que Dios no ha de honrar en el cielo á la Virgen, cuando ella lo llevó nueve meses en sus entrañas, y le dió de mamar dos años, y lo alimentó treinta? ¿Con que María fué buena para estar pasando con su Hijo trabajos indecibles , hasta haber ido con él al Calvario, y todo esto porque la presencia de la Virgen era indispensable en la dispensacion del gran misterio de la redencion, y cuando su Hijo no necesita de la compañía de su Madre para padecer, pues está reinando en los cielos, ésta ha de estar allí, como arrinco- nada, sin intervenir en nada de lo que atañe á salvar á los hombres? ¡Ob qué Dios tan poco Dios se fraguan los herejes! Oh qué hijos tan poco racionales quieren ser ellos! Ese Dios que no quiere que su Ma— dre sea honrada, repartiendo favores, despues que ella le ha ayudado á conquistar el mundo, es un Dios con ménos perfecciones que las que conocemos los hombres, las cuales son el mejor blason de todo corazon que abrigue sentimientos de hombre: pues ninguno se con— tenta con honrar á su madre cuando necesifa de ella, sino siempre, y cada dia ven menos en ellas: otro tanto sucede á los infelices protes- tantes, que constituyen toda su religion en leer y comentar, cada cual á su modo y capricho, las Escrituras; sobre todo, cuando se trata de hacer buenas obras para corresponder á la gracia de la vocacion, están ciegos, porque no quieren que el cielo les cueste nada; mayor es su ceguera cuando quieren examinar las glorias de la Virgen, ó el primado de San Pedro y sus sucesores, pues nada ven. La Madre amabilísima les causa horror, lo que no sucede ni 4 los mismos mahometanos, pues manda el Coran, que respeten á María y no blasfemen de su santo nombre. Entre tanto, estos hombres se desviven por repartir Biblias, como lo están haciendo ahora en toda España, y no ven los desgraciados, que van re- artiendo un testimonio público.de que están anatematizados. Libre bios á España de sus errores. (1) 4. Petr. cap. 2, y. 10.

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