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628 ti» (1). Raciocinemos ahora por un momento : este Sol de justicia no puede nublarse jamás: pues bien, tampoco puede oscurecerse ja- más la Madre á quien cubre : no puede haber sombra, ni cambio, ni mutacion en las glorias que son innatas é increadas en este Sol: pues tampoco puede haber nada de eso en María, porque para siempre jamás ella es Hija, Madre y Esposa. Así están tan enlazadas y unidas las glorias de Dios con las de la Virgen, que no es posible derogar á las de la Madre sin derogar á las del Hijo, ni hay medio de quitar un solo anillo de la cadena de excelencias de la Madre, sin arrojar el lodo de la ignominia al rostro del Hijo. De ahi es que la piedad de los creyentes no podia conce- bir que María hubiese venido al mundo sin venir exenta de la ley general de la culpa, porque ella venia destinada á estrellar al móns- truo del pecado, y no podía estar bajo su dominio ni por un solo ins- tante. De allí es que , consagrada por el Espíritu Santo para Esposa suya , tampoco puede concebirse que baya vivido en la tierra sin que fuese Virgen purísima ántes del parto, porque Dios era su Esposo: ni que haya perdido su virginidad en el parto, pues el Hijo que nacía de ella, sabía que esta Virgen había consentido en ser Madre suya, con la precisa condicion de ser siempre Virgen, y él no podía ménos de complacerla en lo que él podía hacer, sabiendo infinitamente que asi convenía á- su santidad y á la de su Madre: ni ménos se puede ni áun imaginar, que no conservase su virginidad despues del parto, pues la que había sido Madre de Dios, no podía ser Madre de ningun otro sér segun la carne, como lo han dicho blasfemando los herejes protestantes. ¿Quién no advierte la sublime armonía, que guardan entre si los dogmas augustos de la religion revelada? ¿Quién no comprende, que tan pronto como una mano temeraria quita de ese conjunto bellisimo de verdades sobrenaturales uno solo de los matices que le ha dado la sabiduría divina, introduce la confusion, el caos, y la impiedad, pre- tendiendo la misera concepcion intelectual huraana sobreponerse á las ideas divinas? Así vemos ese desorden intelectual y moral de los men- cionados protestantes, que no son otra cosa sino los herejes de todos los tiempos, mejor dicho, los mahometanos delos siglos de la llamada ilustracion, entregados á goces puramente carnales, á poseer oro y riquezas, habiéndoles sucedido lo que David profetizaba, que había de acontecer á los judíos (2). ¡Hombres desgraciados! No crean que el (1) Serm. super. Sign. magn. (2) Hablando David de los judíos diceá Dios estas palabras: vuélvase la mesa de ellos en lazo de perdición y ruina: oscurézcanse sus ojos. para que no vean: y traedlos siempre agobiados. (Psalm. 68, v. 23, 24.) Esta mesa, de que habla el Profeta, son las Escrituras, y sabido es que los judíos

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