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A ra ON A A o a A 627 Hija adquiera el honor que le corresponde ; el Hijo no puede ménos de dar participacion á su Madre de cuanto él ha ganado interviniendo ella; el Espiritu Santo comparte con su Esposa los resultados de aquel portento, en el cual intervinieron los dos , porque si fué él quien formó el cuerpo de su Hijo, fué ella quien cooperó eficazmente á esta obra, franqueándole su seno, y consintiendo en concebirle, engen- drarlo, darlo á luz, «limentarlo y conservarlo por espacio de treinta años. Es la Hija del Rey inmortal de los siglos, es la Madre del Señor de cuanto existe, es la Esposa del dador de todo bien. ¿Qué viene pues á ser Maria por estos titulos? Reina del empíreo, Señóra del mundo , y dispensadora de todas las riquezas de Dios. Largamente hemos tratado sobre las relaciones que existen entre la Virgen y las tres personas divinas : pero debemos añadir aquí, que esas relaciones no son medidas por el tiempo que todo lo devora, sino por la eternidad que ni tiene medida, ni límites, ni fin. Una vez pre- destinada á ser Madre de Dios, durarán los efectos de esta predesti- nacion, tanto como dure Dios mismo, siendo honrada por los siglos de los siglos, por el Padre como Hija , por el Hijo como Madre, y por el Espíritu Santo como Esposa. Dispénsesenos que establezcamos ana- logías entre el sér perfectisimo y nosotros, criaturas cuitadas y mez- quinas. Lo que hariamos nosotros, si pudiéramos, con aquellos séres á quienes nos unen lazadas indisolubles que la naturaleza anuda , eso mismo hace Dios, aunque al modo de Dios, incomprensible, inefable. é infinito. Nosotros daríamos á la que nos dió el sér honores, rique- zas, diademas, coronas y reinos : nosotros quisiéramos para nuestras hijas, principes para esposos, tesoros para patrimonio, glorias y ho- nores para su existencia: y ¿qué quiere el tierno y amante esposo para su compañera, sino cuanto el mundo encierra, si pudiera dárselo? Esta exigencia tiene el corazon, esto desea el alma , y no desea nada que no esté conforme con la razon. Pues justo es, que Dios nos exce- da infinitamente á nosotros en magnificencia y grandeza : justo es que honre y ensalce á la que lo engendró de una manera divina: justo es que sin perjudicar á los derechos de su naturaleza infinita, haga de su Madre cuanto hay que ser despues de Dios. Y ¿qué tienen que ver con María los más encumbrados Serafines? ¿Qué donaciones han hecho ellos á Dios? María entre tanto se las ha hecho, dándole su naturaleza, y su sangre, y su vida : y por lo mis- mo, sólo ella entra en esa categoría de donaciones mútuas entre Dios y ella : «á los Serafines, dice San Bernardo, así como á los Santos, el fuego divino les toca por encima : á María la viste, la envuelve y la cubre , encerrándola toda dentro de sí mismo. En tí descansa, oh Vírgen, y tú en él : tú vistes á este Sol de justicia, y €l te viste á ti: tá lo vistes con la sustancia de la carne, y él te viste á tí con la glo- ria de su majestad : vistes al Sol como nube, y este Sol te viste á
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