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A A A y ES pat > ; A 625 cielo, teniendo siempre en nuestras manos la antorcha de la fe, y ve- rémos que no tiene allí la Virgen otras atribuciones distintas de las que tuvo en la tierra: Hija, Madre y Esposa fué aquí; Hija tambien, Madre y Esposa es allí. Pero debemos ante todo advertir, que de aqui á allí la diferencia es inmensa: porque aquí fué Hija del Padre, para procurar la santificacion de su nombre y la extension de su reino: fué Madre del Hijo, para ayudarle á llevar la cruz de los trabajos, y fué Esposa del Espíritu Santo, para ejecutar la obra mayor del poder de Dios: pero allí es Hija del Padre para ser obsequiada por los que obse= quien á su Padre : es Madre del Hijo para recibir homenajes de cuan- tos se los rindan á él : es Esposa del Espíritu Santo , para ser reveren- ciada de los que lo honran á él. Pues qué ¿habría en el cielo ménos consideracion, ménos decoro, y ménos urbanidad , que la que vemos entre los aulicos del mundo, y en los alcázares de los reyes? El que honra al rey, honra á su hija, honra á su madre, honra á su esposa. Las humillaciones del Hijo de Dios hecho hombre, son el prece— dente del nombre eterno que adquiere, y del imperio que conquista sobre cuantos séres hay salidos de sus manos: sobre el príncipe de las tinieblas, á quien ha destronado, y sobre cuantos se afilien bajo sus negros estandartes : y además sobre todos los pueblos y naciones del mundo, sean éstos rebeldes á su ley, ó sean hijos verdaderos de la Iglesia que adquiere con su sangre, pues él es la cabeza, él el fundamento, fuera del cual nadie puede poner otro (1). Desde el mo- mento en que Jesucristo resucita hollando la muerte, vive eternamen- te, y vive para reinar : reina sobre los ángeles, porque son sus mi- nistros : reina sobre los hombres, porque son sus rescatados ; reina sobre los entendimientos, porque los ilustra con su doctrina ; reina sobre los corazones, porque los mueve con su gracia; reina sobre los malos y perversos, porque elude sus maquinaciones inícuas: reina sobre la sociedad santa de la Iglesia , porque la dirige con su sabidu- ría; reina sobre los corazones buenos y rectos, porque vive en ellos por amor; y por fin reina sobre toda criatura racional, porque la ha de juzgar y sentenciar, premiándola ó castigándola como juez de vivos y muertos. Pero qué ¿reina sólo Jesucristo en los cielos? ¿No hay otros que son tambien reyes y príncipes en la patria celestial? ¿No ha dieho Dios, que el que le diere gloria, será glorificado, y que quienes lo desprecien, serán innobles? (2). Los santos que viven con Cristo en el cielo ¿no lo alaban, ensalzan y bendicen, porque los ha. hecho re- yes y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra? (5). Así es en electo, (1) 4.* Cor. c 3, v.4. (2) 1 Reg., c.2, v. 30. (3) Apoc, c. 5, Y. 10. 440)
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