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624 sangre, que respira con su aliento, que- vive con su vida, y que la muerte y el sepulero no pondrán límites á:su amor, ni romperán la ca dena que ata sus corazones. Esta responderá que su Hijo es su tesoro, su luz, su alma , su vida y su corazon; que es su esperanza y su gloria, por cuya conservacion vela, cuyo porvenir la llena de alegría, y á quien desea ver empuñando cetros , ciñendo diademas, y arrastrando púrpura y brocado, y por fia, que emplearía mil yidas por salvar la de su Hijo. Esotra mostrará con las obras , que ella y su esposo no son sino una misma alma, ni tienen más que un deseo, una aspiracion y un pensamiento, cifrado en amarse, en educar á sus hijos, y en conser- var y acrecentar su patrimonio. Estos son los resultados de las relaciones naturales de la hija, de la madre y de la esposa : son estos séres miserables, deleznables y volu- bles, y á pesar de esta defectibilidad inberente á su naturaleza , pro- ducen á las veces efectos tan estupendos, que son principio de actos los mas heroicos, de los cuales puede gloriarse la historia del linaje humano , como de las páginas de oro que más la embellecen. Pero ra- ciocinemos ahora: no hablemos de Dios, que es inmutable, y sí de la Virgen. La Vírgen concebida en una gracia tan singular, que oscu- reció 4 los Seratines : la Virgen dotada desde el primer momento de su existencia del don de la impecabilidad: la Virgen que concibe á Dios, y es fecundada por obra del Espíritu Santo, es en verdad el arquetipo divino de la mejor hija, de la madre más tierna , de la esposa más fiel. ¿Con qué amor no estaría unida al Padre de su Hijo? ¿Con qué cariño no miraria á este Hijo? ¿Con qué fidelidad no cuidaría de los intereses de su Esposo? María es el único ser criado que vive unido á Dios con vínculos naturales de maternidad, de filiacion y de desposorio: ella, como dice San Ildefonso, es tomada cabe sí por Dios, viviendo adhe- rida 4 Dios, junto á Dios, y próxima á Dios (1): ella es por lo mismo la que ha tenido por única ocupacion amar á Dios Padre , complacerle, servirle y estar pendiente de sus labios como Hija, la que ha tratado 4 Dios como su propio Hijo, dándole su vida, su sustancia y cuanto ella era, y por fin, la que ha mirado por los intereses de Dios como por cosa propia suya. ¿. 1. Tenemos recorrido ya el tejido de la vida de la Virgen, y hemos visto que acompañó á Dios en la ejecucion de aquellas obras portento— sas, que eran necesarias para devolver al hombre su nobleza en la tie- rra y su herencia en el cielo. Subamos ahora con el espiritu al mismo (41) Lib. de Virg. B. Y. Marie.

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