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625 ner. La elevacion de la Virgen á la maternidad tiene su término en una union de familia , union inefable de intereses comunes con el Pa- dre, y el Hijo, y el Espíritu Santo. Sólo hay que advertir la diferen= cia infinita de esta union de familia comparada con las alianzas huma- nas: en éstas los intereses nunca pueden ser el verdadero vinculo de los esposos; siendo aquéllos materiales y transitorios, se suponen, pe ro no son. los que unen las voluntades, uniéndose éstas solamente por actos expresos de volicion y de amor. En la alianza de la Virgen las riquezas son el mismo amor ; y el acrecentamiento de estas riquezas consiste en la difusion de este mismo amor, ha: iendo que su fuego prenda en todos los séres , que son capaces de amar. Los tesoros de su dote son el mismo Dios con todos sus intereses. Se preguntará acaso cuáles son los intereses de Dios Padre , que es felicisimo en ¿a generacion eterna de su Hijo, y cuál podrá ser el patrimonio de este mismo Hijo que posee esencialmente cuanlo es de su Padre. La respuesta es bien óbvia: interesa á Dios la gloria de su nombre, gloria que no puede transferir á nadie (1), y esta gloria no sólo consiste en aquella esencial é interna que liene de engendrar á su Hijo Unigénito , sino en aquella otra externa de que todas las criatu- ras racionales lo conozcan, lo amen y lo adoren. Tambien el Hijo tie- ne una gloria, y muy grande, en que el patrimonio que le dió su Pa- dre (2), salga del estado de ruina en que cayó por la apostasía del primer hombre, venciendo en combate singular al espiritu rebelde que quiso. destruir las obras de su amor: y por fin, tambien el Espíritu Santo tiene una gloria singular en sautificar las almas por medio de la gracia, para que, dejando las obras de la carne y del pecado, sean todas templo y morada suya. 1 ¡qué !. ¿No ha de secundar la Hija lo que sabe que quiere su Padre? ¿No ha de trabajar para engrandecer el patrimonio de su Hijo? ¿No ha de abrigar en su corazon los mismos pensamientos que su Esposo , desvelándose por que cada hombre ven- ga á ser templo suyo, y cada alma su esposa? Examinemos las cosas del cielo por las que vemos en la tierra : Lo- memos por punto de comparacion analógica los tipos más perfectos que encontremos, y verémos lo que ellos nos dicen. Preguntemos á la hija que se reclina amorosamente en el seno del anciano venerable que la dió el sér natural cuál es el pensamiento más íntimo de su alma: inter- roguemos á la madre que tiene suspendido de su seno al tierno niño, cuáles son las miras ulteriores que abriga sobre él: examinemos las emociones del corazon de la esposa tierna y amorosa. Aquélla nos dirá que su gloria es honrar á su progenitor, por cuyo honor y felicidad dará su vida ; pues se la debe á |: que corre por sus venas una m sma (4) Isai. cap. 42, v. 8. (2 —Psalm. 2, v. 3.
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