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617 ramente asombrosa. Se ve ahora con toda claridad que llevamos diez y ocho centurias, en las cuales se han ocupado incesantemente los doc- tores de la Iglesia en estar investigando las grandezas y excelencias de la Virgen, como si el saber lo que es esta Señora fuera el negocio de todos los siglos. ¿Es posible que las pocas palabras que nos dijeron sobre ella los Evangelistas hayan dado tema á estar escribiendo so- bre la Virgen por tan enorme espacio? ¿Es posible que no haya ha— bido un solo Padre que no la haya alabado, ni un solo doctor en la lolesia que no la haya ensalzado, ni un solo hombre de verdadero saber que no la haya dedicado alguna página, ni un solo conocedor de la religion que no la haya mirado con veneración, con amor y Con respeto? Asombra en verdad sólo el saber el cuidado con que la Iglesia ha propagado el culto de la Madre de Dios (1), y el ver la liberalidad con que los sucesores de San Pedro han abierto los tesoros de las indul- gencias, para animar á los fieles á la devocion á la Virgen: asombra el leer los escritos de los Padres, las disertaciones de los doctores, las elucubraciones de los subios, los cantos y los himnos compuestos para alabarla. El entendimiento en realidad se encuentra sin fuerza para comprender tanta grandeza como hay encerrada en la Virgen: pero hay una verdad clara, palmaria, histórica en U do eso, y es que no se puede negar que María vive por amor en el corazon de todos los fieles, y que éstos hablan con esta Madre con el lenguaje sublime de la fe, como si estuviera ella en medio de ellos en la tierra. Oigamos á. uno de los Padres antiguos cómo explica esta comuni- cacion mutua del amor entre la Virgen y nosotros. «Saludámoste, oh Señora, dice: saludámoste; y désete todo honor, porque tú nos tra= jiste la salud : porque nos diste 4 luz la vida, é hiciste que lloviese á los hombres la alegría. Benditos sean los dones que tú nos repartes, pues somos ricos con ellos: benditas sean todas las gracias, que nos das para que nos coronemos gloriosamente con ellas. Ya no estamos sujetos 4 la condenacion de los primeros padres, ni á la maldicion y corrupcion : ninos domina tampoco ya la muerte, pues en ti y por ti nos han venido muchos bienes. Tú eres la que has quitado de la lier= ra muchas lágrimas: tú has llenado á todas las criaturas de toda clase (1) Desde que en 1476 publicó el papa Sixto 1V la Constitucion Cum preexcelsa, hasta el 1739, en el cual Clemente XII publicó la Constitu cion Datum arcano, concediendo gracias á una Cofradía erigida en Mo- tril en el reino de Granada para el dia de la fiesta de la Inmaculada Concepcion, se han escrito más de ochenta y dos Constituciones Apostó- licas. concediendo gracias en todas ellas para animar á los fieles á ve- nerar á la Virgen en esa fiesta. Los rescriplos y los Vive vocis oráculos en ese particular no tienen número, y lo mismo los Breves y Rescriptos relativos al culto en general de la Madre de Dios.
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