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616 fesan con dignidad. Y ¿qué filosofía es esta? Que lo único que hace grande al hombre delante de Dios, es la santidad y pureza, es el no haber sido jamás esclavo de la culpa. Este era el sentido íntimo de todos los cristianos, el sentido comun de cuantos profesaban la fe de Jesucristo. Todos hemos pecado, decían éstos : todos hemos sido estigmati- zados con la marca de pecadores: y si bien la sangre del Hijo de Dios nos libra de la culpa y borra la mancha, siempre nos queda un re- cuerdo amargo, y es el de haber sido por algun tiempo hijos de ira, abominables á Dios y esclavos del demonio. Pero á la Virgen no ha podido sucederle así; porque estaba predestinada á ser Madre de Dios, había de ser Reina de los Angeles, de los Angeles, que ni por un instante han estado en pecado: por consiguiente, ella no podía ser ni por un solo instante hija de ira, no podía incurrir en la culpa ni por un segundo. ¿Qué Reina hubiera sido de los Angeles , siempre puros, la que por algun instante fuera pecadora? Era un instante ; pero ese instante no podía quitársele de la serie de los tiempos: para decir que se ha tenido el sello de pecador, lo mismo es haberlo tenido un ins- tante, que un día ó un año: María, pues, no pasó por ese instante. A más de eso continuaba hablando el buen sentido del creyente, la Virgen estaba predestinada á ser Madre de Dios, y no convenía que éste tuviese una Madre que hubiese sidó enemiga suya por el pecado, ni por un solo momento. La dignidad era grande, era infinita, y exi- gía que, quien la tuviese, poseyese una santidad que armonizase con la dignidad. ¿Qué santidad era esta, de empezar por ser pecador, para luego ser santo? ¿Qué valía ser Madre de Dios, habiendo sido pecadora? Quédese para nosotros, que somos hijos adoptivos, el haber- nos librado Dios del pecado, y dado la gracia para que nos hagamos sus hijos : pero eso no podía suceder á la que concebiría en sus entra - ñas y engendraría á Dios. Convenía á la santidad infinita tener una Madre que fuese siempre santa, pues sin esta santidad no habrían te- nido un consorcio digno el Hijo y la Madre. Esta es la filosofía divina que la religion de Jesucristo ha plantado en los entendimientos, la de enseñar y convencer á los hombres que sólo hay dignidad en-la virtud , y nobleza en la pureza, y que faltando estas prerogativas, ni áun las dignidades más culminantes relevan al hombre. Por eso existía en el corazon de todos los hijos de la Iglesia la creencia piadosa de que la Virgen María había sido concebida en gracia, dañdo segun las prescripciones de la sana Blosofía mayor im- portancia 4 la virtud que á la dignidad , á la pureza absoluta que á la relativa, y á la inmunidad de pecado que á la misma maternidad divina. La otra consecuencia que se nos presenta, al oir la declaracion dogmática de la inmunidad de la Virgen de todo pecado, es verdade-

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