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34 ceder muy bien, que bajo de una frente coronada de díaderna bullan ideas innobles y bajas , y que dentro de un pecho cubierto de púrpura se cobijen sentimientos envilecedores , y que áun la mayor dignidad de la tierra sea un objeto diminuto en presencia de una ambicion , á quien nada satisface. Para sienes de esta especie, para corazones sin amor ni generosidad , para espíritus altivos y sin conmiseracion, para hombres, por fin, que no miran en las dignidades sino el modo de crecer, de dominar y de tener más medios de satisfacer sus deseos carnales , las dignidades se convierten en vanidad de vanidades, en afliccion de espíritu. Pero en realidad, el llevar sus sienes adornadas con diadema, que mil ascendientes han realzado con sus virtudes, re- conociendo la mano bienhechora de la Providencia; el dar lustre á las virtudes antiguas con otras nuevas, que hermoseen al que ejerce el poder , más que el aparato exterior propio de las grandezas terre- nas; el hacer que la bondad, la beneficencia y el amor oscurezcan el brillo de los diamantes , y den dulzura y atractivo á lo que de suyo inspira reverencia y temor, es lo que constituye una verdadera gran- deza , es lo que demuestra. que las dignidades humanas tienen su fun- damento en la voluntad divina , que quiso que hubiese potestades en la tierra, encargadas del bien comun , depositarias de la ley, admi- nistradoras de justicia , defensoras del desvalido oprimido inícuamen- te, vengadoras del erímen y sostenedoras del honor divino. Adviértese esto, y se ve con evidencia en los preparativos que Dios hizo , para que en edades lejanas viniese al mundo la criatura que había predestinado á que fuese su Madre ; pues empezó por dar á sus ascendientes glorias y grandezas temporales, formando de ese modo la prosapia más noble y más ilustre que ha habido ni puede ha- ber. El tronco primitivo de su genealogía es aquel primer padre, que Dios formó y hermoseó eon sus propias manos, del cual procedió en línea recta por medio del ilustre Enoc, á quien por ser tan querido de él, Dios trasladó á un paraje desconocido de los hombres; por medio del incomparable Noé , euya existencia fué tan preciosa delante de Dios , que mereció ser el conservador de 'la especie humana; y por medio de aquel célebre varon, elfpatriarca Abraham , con quien Dios trataba de amigo á amigo, revelándole sus más íntimos secretos y las glorias de los tiempos venideros (1). Y enefecto, cuando Dios lla- mó á este gran Patriarca, no sólo le prometió que todas las genera- ciones de la tierra serían bendecidas en su semilla , lo que tenía re— lacion con el Mesías que nacería de su sangre, y traería bienes espirituales sin cuento á todos los hombres, sino que le dijo que (1) Genes., cap. 18, v.17, 18, 19.
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