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570 milias se encuentran existentes esas relaciones innatas, atendido que en medio de la ferocidad con que los hijos desalmados arrebatan á los viandantes lo que llevan, y á pesar de tener olvidados los que obran así los principios de la ley natural, cuando llegan con el botin á pre- sencia de los autores de su existencia, reconocen que deben una par- te de él á los que les dieron el sér que tienen. Este sentimiento no es hijo del cálculo, ni de la ciencia, y sólo reconoce por maestro á la na- turaleza. No tiene que decir el rey al principe su hijo, que á él le debe- rá el trono, ni el opulento á su heredero, que á él será deudor de las riquezas, pues todo eso se lo dice á cada uno de ellos su corazon, y se lo inculea una voz, que sale del santuario de su propia conciencia. Sucede otro tanto en la Iglesia, que es una sociedad tan perfecta como la de la familia, vinculada con mejores lazos que los naturales, pues son éstos los de la caridad, y dirigida á un fin mucho más noble y enteramente superior, cual es el de procrear cada dia nuevos hijos, que conozcan á Dios y lo.adoren. Los innumerab!es hijos de esta gran familia saben que son herederos de Dios y coherederos de Cristo (1), y por consiguiente, que son hijos de Dios á quien con toda efusion de corazon pueden llamar padre (2). Pero ¿hay acaso necesidad de preguntar á estos hijos de la Iglesia quién es su madre? ¿Hay que sa- bér de ellos si la aman? En el órden admirable de las cosas, que el Hijo de Dios estableció entre los hombres para santificarlos, ninguna hay que salga de otra con tanta naturalidad como el saber que la Virgen es la Madre de la Iglesia; porque, con decir que cada uno de los hijos de ella es hermano de Jesucristo, está dicho lo demás: el que pertenece al cuerpo místico de Cristo, debe á su Madre el ser hijo de su Iglesia. Esta nocion es una idea paralela con la que tenemos de la encar= nacion del Hijo de Dios, y por consiguiente nació con la Iglesia, se ha nutrido con: ella y vivirá tambien con ella por toda la duracion de los tiempos. Hay que decir, por tanto, que la Virgen tiene con la Iglesia relaciones de familia por haberla engendrado, por haberla educado, y por estar protegiéndola siempre. Estos dos oficios mater- nales se derivan del primero, porque, una vez dada la maternidad en cualquier ser animado, son consiguientes en ella la educacion de la prole, miéntras necesita de los cuidados maternales, y la proteccion siempre que pueda dársela. ¿Cuanto más entrañará todo esto la ma- ternidad racional? ¿Cuánto más la espiritual? Hemos dicho ya ante- riormente, cuál es la razon singular y especialisima por la cual la Vír- gen Madre de Dios es Madre delos hombres, y la repetimos de nuevo. La Iglesia de Jesucristo tiene por Madre á la que dió la vida temporal á su fundador, como lo han enseñado los Santos Padres. (1) Rom. cap. 8, v. 17. (2) Ibid. v. 13. X

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