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A a 0 A e A Ad 369 LIBRO TRIGESIMO OCTAVO. EA A AO LA VIRGEN Y LA IGLESIA, Hay ciertas relaciones en la sociedad que no pueden ser puestas en duda, ni áun por el hombre más escéptico, ni tampoco asignárseles un orígen convencional de unos individuos con otros, por más que una filosofia delirante se empeñase con su razon glacial en hacer de la fa- milia homana una máquina, debida al ingenio de los mismos indivi duos de la naturaleza racional. No sucede con esas relaciones lo que con los artefactos, ó con los títulos de hidalguía, los cuales tienen con- signado el dia y la época, en que empezaron: porque, cada uno de los vástagos del gran árbol de la naturaleza humana, al salir del tronco halla ya esas relaciones, sin tener que discurrir nada para formarlas, pues las ve existentes dentro de si mismo. Son estas relaciones de orígen, de causa, de eferto, de maternidad, de filiacion, de donacion, de deuda, de principio, de resultado. Y, ya que hemos hablado del ár= bol, necesario es decir que hay una gran analogía entre las relacio- nes de que hablamos, en el órden de la naturaleza racional y en el de la puramente vegetativa: porque, en ésta la hoja está en relacion de efecto, de resultado, y procedencia con la rama, teniendo ésta las mismas relaciones con el tronco, éste con la raiz, y la raiz con la tie- rra. Claro es que la otra parte de la analogía son las relaciones de fa— milia, por las cuales cada hombre sabe que él debe su orígen y prin— cipio á sus padres, éstos á sus ascendientes, y Sus ascendientes á otros, basta llegar al principio criador de todo, á Dios: de la palabra de Dios salió la raiz de este gran árbol, de cuyo jugo vivimos. En todas las familias existen estas relaciones, y podemos decir de ellas que son como ideas innatas, que sólo han necesitado del contacto de un índividuo con otro para descubrirse, y del tiempo para desen— volverse, así como la planta que tiene dentro de sí misma la sávia de su vitalidad se va desarrollando, á medida que el contacto con el calor va siendo contínuo. No hay que distinguir para eso de familias, ni buscar las opnlentas, las cultas y las de educacion fina y esmerada; porque se encuentra lo mismo en las que viven entre toscos albergues diseminados en el bosque, sin poseer las reglas de cultura del hombre de corte, y áun en el seno de aquéllas mismas, que no conocen la mo- ralidad de costumbres en grado perfecto, y quizás deben al crímen el pan con que se sustentan. Porque aun en el seno de estas últimas fa— Mi

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