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934 de la madre, y se proveía sapientisimamente al pudor de la virgen y al honor de la madre. ¿Qué cosa más prudente puede darse? ¿Qué cosa más digna de la sabiduría divina? Con este solo consejo de Dios, se establece un testigo de las cosas celestiales, es eliminado el enemi- go de las divinas, y queda en su más perfecta integridad la fama de la Virgen Madre (1).» Era la Vírgen Maria la casa de oro , inaccesible á las asechanzas del enemigo , y el libro sellado y cerrado que nadie podía abrir : Satanás podía saber muy bien , que nunca llegaría á co- nocerla , pues Dios le había dicho desde el principio, que él no ade- lantaría nada con andar acechando álos calcañares de esta mujer, por- que ella le estrellaría al fin su cabeza altiva (2). Es decir, que Dios tuvo el designio de ocultar 4 Lucifer lo que era la Virgen, para que su orgullo quedase más humillado. «Y ¿quién no ve, dice San Leon, que hubo una razon altísima en disponer que Cristo naciese de una virgen? De este modo el diablo ignoraba que hubiese nacido la salvacion del mundo: porque estando oculto el mis- terio de la concepcion portentosa por obra del Espíritu Santo, viendo el diablo que el que había nacido, se parecía en todo á los demas hombres, creía que había nacido tambien como ellos (3).» Sucedióle á Lucifer respecto de la Vírgen lo mismo que le acaecía respecto de su Hijo: no la conoció, y la menospreció, asi como no conoció á su Hijo y procuró por mil modos destruirlo. «Si el enemigo soberbio y cruel, dice el mismo Santo Padre, hubiese podido conocer el misterio de la misericordia de Dios, en vez de instigar 4 los judíos á que se encrueleciesen contra Jesus, les habría inspirado sentimientos de man- sedumbre, para no perder con su muerte la presa de todo el linaje humano cautivo (4). ¿ Qué vió Lucifer en el Hijo de la Vírgen? Un hombre como los demás : cuando más un justo como Job, ó como Moisés. Ignoraba Satanás lo que era Jesucristo, siendo esta ignorancia efecto de haberle Dios ocultado el misterio de la virginidad de María unida á la maternidad, pues creyó, como dice San Ignacio de Antio- quía (5), que el niño que nació en Bethleém, era hijo de José, dando mayor ocasion ásu ignorancia y aun á su ceguedad su propio orgullo, su soberbia y su altanería. «No pensaba Lucifer, dice San Anselmo, que fuese Dios aquel que en el exterior se le presentaba frágil como los de- mas hombres: viera á los Magos, viera la estrella, oyera decir á Juan, que Jesus era el Cordero de Dios : quizás oyó tambien la voz del Padre celestial, que le llamó su Hijo bien amado: pero creyó que Jesus era hijo adoptivo como otros santos: viera tambien muchas maravillas de (1) Homil. 2.* sup. Missus est. (4) Serm. 2 de Passion. Domin. (2) Gen., cap. 3, v. 13. (5) Div. Hieron, Comm. inc. 4 (3) Serm. 4 de Nativ. Domin. Matth.
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