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546 de holocausto, en que ha jurado 4 Dios que ha de vivir siempre! ¡Qué prudencia para ponderar lo que es ella ensu concepto, lo que es Dios, lo quela dice el ángel, lo que encierran sus palabras! ¡Qué justicia para no derogar en nadaá los atributos divinos, y para saber ella usar de los que Dios le ha dado! ¡Qué templanza, para no decir sino lo preciso y necesario, para que el ángel comprendiera que recono- cía en él al enviadode Dios, que no dudaba de la veracidad de sus pa- labras , y suplicarle que la diga cómo ha de suceder, lo que ella á su parecer no sabe cómo puede compaginarse , por enseñarle su racioci- nio que una mujer no puede naturalmente ser 4 un mismo tiempo vir- gen y madre! Faltaba todavía el último golpe al corazon de Lucifer, para que quedase completamente herido su orgullo, y humillada su soberbia. El ángel contestaba á la justa demanda de la Vírgen, y la contestacion es la manifestacion del gran misterio, cuyos portentos sobrepujan infinitamente á la razon humana y á la angélica. Todos esos portentos son propuestos á la Vírgen con una extension que no ha tenido seme- jante: ni Abrahan, que vió el dia del Señor y se alegró sobre ma- nera (1), ni los Profetas que contemplaron su gloria en carne mortal, y los portentos que había de hacer, ni los patriarcas y justos quienes Dios mostraba en lontananza los dias de la redencion, nadie vió lo que vió la Virgen en los momentos de la embajada del ángel : propúsosele el portentoso misterio de su virginidad unida á la maternidad : el de bajar el Hijo de Dios del trono de su Padre, sin separarse de este: el de hacerse Dios hombre, sin dejar de ser Dios, el de ser él hombre Dios, no dejando de ser hombre: el de encarnarse el Hijo, y nó el Padre, ni el Espíritu Santo, sin separarse de entre sí las personas divinas: el de no confundirse ni mezclarse las naturalezas divina y hu- mana, ni absorberse la infinita á la limitada: el de vivir ésta en el mas intimo consorcio con la primera, comunicando á la divina lo que ésta puede recibir de ella y recibiendo de aquélla cuanto cabe en los límites de su sér: y por fin el de deber subsistir la naturaleza humana sin personalidad propia de ella misma, porque la persona divina la asumirá y se la apropiará, resultando de ahi que las acciones de la misma naturaleza humana han de ser divinas, porque las hará la persona divina. Este cúmulo de misterios no fué presentado á ninguno de los jus- tos que vieron en las edades primitivas los dias venideros de la re- dencion: ni era necesario que los. viesen sino con un velo, por no entrar en la economía divina porentónces la vision clara y manifiesta de esas grandezas de Dios. Tenían un velo, dice San Pablo, cuando (4) Joann. cap. 8, v. 36.

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