BCCPAM000542-2-34000000000000

E ll RA RAI o a a > A pen. pe 343 se tan hermoso y tan resplandeciente ! Desconoció la mano bienhechora del Criador , creyéndose autor de su eloria y su virtud, é intentando apoderarse del trono de Dios (1). De ahí viene su ruina; de ahí tam- bien sus iras y su malicia, pues no pudo sufrir que el hombre subiese á ocupar los asientos perdidos por él y por cuantos le siguieron en su soberbia pretension. Pero ¿qué valen todas las perfecciones y gracias de Lucifer al la= do de las de la Virgen , cuando en sentir de San Juan Damasceno (2), y de otros santos doctores , ha sido elevada sobre los cielos de los cie- los, es decir sobre todos los Querubines y Serafines? No nos deten- gamos en decir cuánta es la hermosura de la Virgen, porque ni áun la corporal puede describir nuestra lengua demasiado tosca. Como floreando la materia dirémos con el mismo Santo, que es la Virgen el milagro de los milagros, pero milagro máximo y nuevo (3): con San Pedro Damiano, «que bañada con la luz inaccesible de Dios, en- cierra de tal modo la dignidad de los ángeles y de los hombres santos, que son estos como si no fueran, y puestos en parangon con ella, ni pueden ni deben aparecer (4);» y por fin con San Antonino , que la Virgen llegó á tan culminante punto de belleza, tanto corporal como espiritual, que no puede darse otra mayor en la naturaleza racional (5). Pero, tenemos que examinar qué es lo que hizo esta Virgen siendo tan hermosa que superaba á los Serafines. ¿Se vió siquiera una vez en el espejo de su hermosura? Sabía el Criador que esta belleza era tanta, que él mismo estaba enamorado de su obra. ¿Lo sabía la Virgen? Llegó un momento en el cual hubo quien le dijo que era toda hermosa, pues estaba Dios con ella y era la bendita entre todas las mujeres. ¿Se miró acaso entónces á sí misma con complacencia? ¿Se envaneció? ¿Se enorgulleció? ¿Se elevó acaso ni una linea del nivel de la nada? El que descubre á la Vírgen el arcano de sus excelencias, es un ángel, un ángel con quien ella ha hablado muchas veces llena de se- renidad , de quien ha recibido obsequios celestiales en el templo, pues la ha traido flores y frutas de los vergeles del cielo (6). Pero en esa ocasion la Virgen oye de los labios del ángel cosas que nunca ha oido; oye sus propias alabanzas y sus excelencias , y esto llama su atencion, y hasta siente una conmocion desconocida para su alma, diciendo dentro de¿sí misma que aquello era nuevo para ella, y que no com- prendía qué quería significar esa salutacion del ángel, en la cual se la prodigaban tantas alabanzas. (1) Sedebo in monte testamenti, in lateribus Aquilonis. (Isai. c. 14, v. 13.) (2) Orat. 1. de Dormit, Deipar. (3) Orat. 1. de Nativ. Virg. (4) Serm. de Assumpt. Virg. (5) 4.* part., tit. 25, cap. 40. (6) S. Tarasii orat. in Deipar. Presentat.,n.* X.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz