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E AAN pre: A E 1 542 yos del cielo, sino por medio de una fuerza, que por ser al parecer débil y poco digna de llamar la atencion del orgulloso, llevaría la con- fusion al reino de Lucifer, y haría que él mismo se despedazase de ra- ba , viéndose atacado por donde ménos lo creía, y por quien ménos lo esperaba. La Virgen María era la que había de herir en el corazon á este gigante del error, dándole cuando él ménos lo pBnsase el golpe de muerte, que al fin ha de concluir con sn reino. Con qué armas haya de herir esta Vírgen de Nazaret al gran mónstruo, es el misterio de la vir- tud de Dios, que ni comprendió Lucifer al principio , ni lo comprende todavía, porque su orgullolo tiene obcecado. El estaba sin duda aguar- dando 4 pié firme al esforzado guerrero, que le había emplazado para el combate : él creía que contra su montaña de orgullo vendria otra más erguida y más fuerte; que se daría gran batalla; que habría ho- rrendos choques, y que al fin podría ser vencido , pero teniendo el placer de haberse batido con rabia, y furor, y denuedo contra el que es fuerte sobre todos los fuertes : así lo creía sin duda, pero se engañó. Cuando llegó el momento de tratar Dios con la Virgen por medio de uno de sus ángeles sobre el medio de destruir las obras de Luci- fer, fué éste recibiendo en su corazon tantas heridas, cuantas fueron las frases y sentencias que salieron de los labios de la Virgen. Los medios que adoptó Lucifer para echar por tierra las obras de la mise- ricordia de Dios y la felicidad del hombre, fueron la soberbia, la incre- dulidad, la infidelidad y la rebelion: preciso es decir, que eran esos vicios unos monstruos llenos de vigor, pues habían ido creciendo y tomando cada vez mayores fuerzas, 4 medida que iba siendo más di- latado su imperio. Hacía ya cuatro mil años que el corazon de Luci- fer se nutría con esa sávia venenosa, mostrándose cada vez más altivo, porque no creía que apareciese en el horizonte de la humanidad quien le declarase la guerra. Pero la Virgen se la declaró, oponiendo á su orgullo la humildad, á su incredulidad la fe, á su infidelidad el espí- ritu de sacrificio, y 4 su rebelion la sumision, dando al monstruo golpes mortales en su corazon soberbio y altanero. ¡ Qué contraste tan palpable de tinieblas y de luz forman las pala— bras y los sentimientos de Lucifery los de la Virgen! Dióle Dios al primero mucha gracia, mucha luz, mucha perfeccion, mucha her- mosura : quizás tuvo él solo más belleza espiritual, que la que han te- nido todos los hombres juntos : porque siendo los ángeles lo más pró- ximo que hay á Dios, participan de las bondades divinas más que los hombres, como dice San Dionisio (1); además la mayor belleza de los espíritus está en el órden de las cosas (2). Y ¿qué hizo Lucifer, al ver- (4) Cap. 4 de Ccelest. Hierarch. (2) Santo Tomás dicequeen cualquier género sucede que cuanto más se acerca una cosa á su principio, tanto más participa de los efectos del mismo principio. (3 part. , queest. 37, a. 5.)
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