BCCPAM000542-2-34000000000000
34 Bendito sea el Señor, que es quien la crió en el Espíritu Santo, y la vió, y la midió, y la comprende, pues para los demás es incom- prensible, Bendito sea su corazon , que encerró tanto amor, que bastó para alejar de ia tierra las aguas del pecado que la cubrían, y la dió calor, para que germinasen en ella los frutos del amor santo, del temor, y de la esperanza. ¡Dichoso el pueblo que tiene la felicidad de conocer á esta Virgen! ¡Mas dichoso quien la ama, pues la hallará á.su lado siempre que la invoque! 2. 1. La herida en el corazon de Lucifer, Las dos grandes defecciones que había habido en el cielo y en la tierra, habian procedido del orgullo: el soberbio Lucifer no quiso humillar su entendimiento al divino, y pretendió tener un trono igual al de Dios, habiendo pretendido tambien una cosa parecida al hombre en el paraiso. Pero la soberbia no puede ser un pecado aislado, por acompañarle siempre otros muchos que dimanan de él, siendo el primero la incredulidad, el segundo la infidelidad, el tercero la rebelion, y despues otros mil, que llevan al orgulloso de abismo en abismo, hasta que comete todos los pecados de que es capaz segun las fuerzas dá su naturaleza. Lucifer en realidad no podía co- meter más pecados que los que están en armonía con su naturaleza espiritual: pero en cambio no han cometido uno solo los hombres , sin que él lo baya deseado é instigado , y sin que haya dejado de gloriarse en él, como que él ha sido autor de toda prevaricacion. Desde que él indujo á nuestros primeros padres á levantarse contra Dios y lo consi guió, empezó á ser el gran asesino de las almas, homicida desde el principio, como lo llamó Jesucristo (1). Todos los pecados, que se cometieron por-los hombres ántes que viniera al mundo el Redentor, y cuantos se han de cometer hasta el fin del mundo, han estado den- tro de aquel monte espantoso de soberbia que Lucifer encierra en su cerviz: soberbio él, hizo soberbio al hombre: incrédulo él, hizo que el hombre no creyese á las palabras de Dios, y síá las suyas: infiel él, inspiró al hombre la infidelidad: rebelde él, arrastró al hom- bre á la rebelion, y con ella á todos los crímenes que se han come- tido despues contra Dios y su ley. Todo este tejido de males y de pecados ha cansado la soberbia de Lucifer. Esa montaña de soberbia que se erguía sobre las nubes tenía que verse aplastada ; y no se arruinaría porque cayesen sobre ella los ra- (1) Joan. cap. 8, y. 44.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz