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205 nda i ES y d 526 semejante á nosotros en todo , como dice San Pablo (1), y asi tambien lo fue su Madre, con la única diferencia de ser su Hijo puro, santo, inocente é incontaminado naturalmente por efecto de la union hipostá- tica de la persona del Hijo de Dios á la naturaleza humana, y serlo la Vírgen por gracia y privilegio especial, y decretado para ella en vista de los méritos de su Hijo, y por haberla prevenido la gracia so- bre natural, para que fuese siempre y en todo tiempo santa, inmacu- lada, inocente é incontaminada como lo es su Hijo. La Virgen no es eximida de padecer algunas penalidades de la vida presente, porque tiene que ser Madre de un Dios que siendo in— mortal é impasible , se hace mortal y pasible y se sujeta á padecer frio, hambre, pobreza y muerte de Cruz, para engañar así al gran enga- gañador, y vencerlo con las armas de la debilidad que el miraba con menosprecio. Pero ¿qué es todo eso? El padecer en estus cortos dias de la peregrinacion terrestre por efecto de la debilidad de la carne ¿pasa acaso de ser un simple accidente de la vida humana? ¿Qué viene á ser el cansancio y la muerte para el cuerpo, cuando despues de unos cuantos momentos de vida mortal ha de resucitar triunfante y glorioso, para vivir miéntras Dios sea Dios? Nada: pero no es lo mismo, que el alma contraiga una mancha de culpa, ni áun por unsolo instante, pues esto imprime en ella un sello indeleble , Cual es el de haber sido por algunos instantes enemiga de Dios, digna de su odio y de sus jras: porque esa mancha podrá ser borrada , cancelada y olvidada: mas no podrá desaparecer jamás de la serie de los tiempos aquel instante, en que esa mísma alma, purificada despues por la gracia de Dios, fué detestada de Dios mismo. Adan en su prevaricacion perdió para él y para sus hijos dos cosas que le venían de la justicia original y de la gracia santificante, cuales eran la misma gracia divina, que lo haría amigo de Dios y su amado y querido, y la felicidad del cuerpo, que no padecería enfermedades ni fatigas, ni llegaría 4 morir. El enemigo intentó destruir todo esto: pero Dios tenía decretado en sus consejos divinos devolver al hombre por los méritos de su Hijo, la gracia perdida y librarlo de la muerte del cuerpo, no impidiendo que éste muriese, pues debía morir en castigo del pecado, sino decretando que resucitase , pues su Hijo me- recería la resurreccion general de todos los hombres (2). De estas dos (1) Hebr., cap. 4, v. 13. (2) La inmortalidad no era debida al hombre en esta vida, sino en cuanto mediaba la promesa hecha por Dios de que no moriría, miéntras se conservase en el estado de inocencia, estando sujeto el cuerpo con sus sentidos al alma y ésta á Dios: una vez rota por el pecado esta ar- monía , el cuerpo volvió á su condicion natural de corruptible, y no teniendo ya el alma aquella gracia especial que Dios le dió al hombre inocente, no poseía ya la virtud de conservar en vida y vigor siempre
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