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518 lo aborninaria; lo que ella hiciese, él trabajaría por destruirlo. Entre la Virgen y Lucifer no habría más relaciones que las adversativas, odio, detestacion, aversion y persecucion. El impío, el mentiroso sería detestado de la Vírgen con sn impiedad y sus mentiras: pero en cambio, lo más abominable, y lo mas execrable que habría para Lu- cifer, había de ser la Virgen, y lo sería más que Dios, más que Jesus. Y no hay que estrañarlo: examinemos el carácter de Lucifer, sus ideas, sus tendencias, y sus acciones, y encontrarémos, que es- to es muy natural en él. Sabido es que apénas salió este ángel altivo de las manos del Criador, concibió el plan de rebelarse contra él, y lo hizo pretendiendo ser semejante al Altísimo, y sentarse en el monte de su testamento (1). Fué arrojado del cielo gse dragon orgulloso , y quedó encadenado á llamas de fuego inextinguible. ¿Quién no sate lo que ese impío está haciendo desde entónces? Poco es para él intentar destruir el bien, y aniquilar si pudiera las obras de Dios en las cria- turas racionales: poco es el estar tentando á los buenos para que aban- donen el camino de la virtud, y aguijoneando á los malos para que deshagan las» obras de Dios: lo que él desearia con más ardor sería destruir al mismo Dios, para darse él á sí mismo este nombre y robar á Dios su culto, su gloria y las adoraciones que los hombres y los án- geles le deben. Son vanos entre tanto sus esfuerzos, y al fin el demo- nio tiembla y se sujeta, quiera ó no quiera, al imperio de Dios. Sucédele otro tanto, siempre que quiere disputárselas con el Hijo de Dios humanado, no obstante que su furor contra él es mayor por verlo revestido de la debilidad de la naturaleza humana. ¡Qué esfuer= zos no hace por llegar á saber con ciencia cierta, quién es ese hombre que anda recorriendo la Judea, y quitándole almas con su predicacion y sus milagros! ¡Qué tempestades no levanta contra él, aunando en conjuracion contra su vida á los malos de todas las clases, desde el santuario hasta el trono, desde el soldado hasta el presidente, y desde el populacho hasta el magistrado! Sin embargo, el demonio siente una presion oculta que sale de Jesus, y le tapa, por decirlo así, la res- piracion, le anuda la lengua, y no le deja hablar (2), obligándole á abandonar los parajes en donde,se habia instalado como señor , y arrojándolo á donde mejor Je agradaba. Y en todo esto, preciso es convenir en que hay en el corazon de Lucifer una complacencia interior propia de su altanería, la cual au- menta cada vez más su obstinacion y endurecimiento en el mal, ¿Qué le importa á él saber que no puede prevalecer contra Dios ni contra sus obras? ¿Qué cuidado le da el estar cierto de que jamás ha de poder sobreponerse á Jesucristo, cuva divinidad le fué conocida con toda cla- (1) Isai., cap. 14, v. 13. (2) Luc., cap. 4, v. 41.
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