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ñ Pi A 0 p EIA Le 516 Por eso sentimos un consuelo indecible, cuando inculcamos la necesidad de conocer bien lo que es la Vírgen en sus relaciones con Dios y con los horabres, para que todos la amen; pues comprendemos que no es posible condenarse, cuando se tiene amor verdadero á esta Señora. Y ningun orador cristiano que tenga el cárgo de hablar sobre la religion , debe dejar de inculcar la gran importancia del conocimiento y amor á la Virgen. El católico que está persuadido por la enseñanza de la Iglesia y la no interrumpida doctrina de los santos, de que María es la estrella que nos alumbra en las tinieblas de la ignorancia, el faro que nos muestra el puerto de salvacion, la tabla que nos saca del naufragio de la culpa, y la maestra que nos ilustra sobre la naturaleza de Dios, y nos enseña incensantemente sus misericordías , no debe pasar un día sin invocarla. Estudiemos pues con humildad las prerogativas de esta gran Señora, y verémos en élla el terror del infierno, el gozo del ángel, el consuelo del hombre: verémos tambien á la Reina que nos corona, á la Madre que nos regala, alimentándonos con la leche de la doctrina y proporcionándonos el pan que nos vigoriza en la vida de un día que pasamos en este mundo , para dárnoslo por los dias eternos que no tienen sombra ni fin. barse de llevar lo poco que haya. Así se ve á éstos repartiendo Biblias y otros libros; poco hay que temer por lo de las Biblias, pues por mucho ue las corrompan , nunca impedirán que desde el primer capítulo del énesis hasta el último del Apocalipsis no esté escrita en todos los libros santos la condenacion del protestantismo. Más empeño tienen en repar- tir libritos sueltos que Biblias, pues en esos atacan las prerogativas de la Virgen, y las del primado de jurisdiccion y potestad del Soberano Pontífice. ¡ Desgraciados! Siempre el mismo crimen, el pecado de Lu- cifer, d e odiar á la Vírgen sin tregua, y estar siempre queriendo mor- der.su calcañar, y el de norreconocer autoridad ninguna. El primero q ue despues que hay mundo ha gritado. Viva la libertad, fué Lucifer y le costó bien caro: lo mismo han gritado los herejes, y á todos les ha costado lo mismo que á Lucifer.
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