BCCPAM000542-2-34000000000000

Al tl RUBIO io US: 0 a a a a emi o 507 La maternidad de la Vírgen es el oriente, por donde nos viene esta gran luz: hasta que no se cumplió esta gran obra de la piedad del cielo, debemos decir que el Espíritu Santo era un Dios verdadera- mente escondido para nuestras inteligencias; mas desde que María contrajo con él las relaciones de esposa, esta augusta persona divina se manifiesta al mundo con todo su amor, y difundiendo por todas partes sus dones. No basta que él haya formado en el seno de María aquel cuerpo divinizado por la persona del Hijo, de 1ó cual María puede dar testimonio, pues no ha aceptado la dignidad de Madre, hasta que no ha sido certificada de que sólo el Espíritu Santo tendría parte en la generacion temporal de su Hijo: desde que el Hijo de María se muestra en público, se sensibilizan á la vez, el Padre ha- blando con él y con los hombres, y el Espiritu Santo cerniéndose como cándida paloma sobre el primero, para que lo véa la muche= dumbre, y posándose más tarde sobre los segundos en figura de len- guas de fuego, y llenando sa morada con un suavísimo viento. éeles- tial, emblema de sus divinas inspiraciones. ¿Puede darse mayor ma= nifestacion de Dios 4 los hombres? El espíritu humaño elevado al conocimiento de la unidad de la esencia divina en tres personas : los sentidos dando testimonio de cuanto la revelacion enseña al alma, oyendo la voz del Padre, palpando las acciones del Hijo, sintiendo las influencias del Espiritu Santo, y percibiendo la presencia de Dios pudiendo decir con Job al mismo Dios: He oido hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos (1). ¡Oh misterio de amor! ¡Oh dig- nacion infinita! Sucede en realidad con la Virgen lo que acontece con la aurora; porque no es posible que la pupila contemple las ráfagas de loz del alba risueña , sin que venga al entendimiento la idea Je la proximidad del sol: así tambien, en cualquiera parte que se presente la Virgen, se sabe al momento que Dios está allí. El que quiera por tanto conocer á Dios, no tiene sino acercarse á María: el Hijo nos conduce al Padre; mas, sino nos acercamos á la Madre, no sabrémos quién es ese Hijo , atendido que tan sólo despues que ella lv ha concebido y engen- drado en sus entrañas y dado á luz, és cuando los hombres han sabido la palabra á los tres. (Gen. cap. 16, v. 3.) Otro tanto sucedió á Isaías: al describir este Profeta las alabanzas que daban á Dios los serafines. pone la calificacion de Santo por tres veces, concluyendo con la unidad de esencia. (Isai. cap. 6, v. 3.) Excusado es decir que los Santos Padres han visto en estos pasajes de la Sagrada Escritura la expresión de la augusta Trinidad. Hasta algunos rabinos han comentado esas palubras de Isajas, «liciendo, Santo denota al Padre, santo al Hijo, santo al Espi- ritu Santo. (Bonon. Institut. Teolog., Tract. de Trinitat. , tom. 4.” (1) Andita aurís audivi te: nunc oculús meus videt te. (Joh., cap. 22,:v: 3, A a

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz