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506 hablará su Hijo , y se dejará ver el Espíritu Santo, y todo se hace con tanta dulzura y suavidad, que encanta á los hombres, y atrae al pueblo , y consuela los corazones. Es un nuevo órden de cosas y ana transformacion completa la que se advierte en el mundo, en las inteligencias de los hombres y en sus corazones. En las riberas del Jordan, y en las cimas de los montes, donde tantas cosas han pasado, capaces de helar la sangre á los más valientes, ora porque unas veces bajó fuego del cielo y consumió á los hombres (1), wra porque resonaron los collados y los valles con los gritos de anatema de parte de Dios 4 los infractores de la ley (2), se ven escenas enternecedoras, cuales jamás se habían visto. Miéntras que el Bautista se encuentra asediado de turbas sin número que acuden á él á ser bautizadas, se acerca un jóven hermoso, que acaba de cumplir treinta años, quien pide támbien el bautismo: pero apénas le ha recibido, los cielos se abren, y una paloma blanquísima baja de ellos, oyéndose una voz consoladora y celestial que dice desde las altu- ras, que aquél que acaba de ser bautizado es el Hijo muy amado del Padre, confirmando lo que dice la voz la presencia del Espíritu Santo, que descansa sobre él en la bellísima forma de la paloma que bajó del cieto (3). Fué esta la primera vez que los hombres vieron con toda la claridad posible al Sol de justicia, y oyeron con asombro lo que nanca habían oido. Dios declaró solemnemente que tenía un Hijo, y se lo mostró al linaje humano, añadiendo al poco en otra nueva apa- ricion, que aquel Hijo era el muestro del mundo, á quien todos debían oir (4). Fué esta escena tan clara y visible, que pndo examinarla todo el pueblo en general sin distinción de hombres 6 mujeres, de sabios Ó ignorantes. Dios se volvió visible, pues se oyó la voz del Padre, se vió y pudo ser palpado el Hijo, y se descubrió á todos el Espíritu Santo. Si se compara esta sola escena con cuantas hubo en el Sinaí, en el Horeb, en el tabernáculo y en el templo, puede afir- marse que los hombres no conocían á Dios sino con gran oscuridad, y por decirlo así, 4 medias. Conocieron su unidad, pero no la tri- nidad de personas (5). al sonido de las trompetas y las amenazas de muerte al que tocase á la raiz del monte, que se fueron sus mayores á Moisés y le dijeron estas palabras de parte del pueblo consternado: Háblanos tú, y oiremos; pero, que no nos hable Dios, no sea que muramos. (Exod. cap. 20, v. 19). S 4 Reg. cap. 1, v. 30. (2) Deuter. cap. 27. 3) Matth. cap. 3, vv. 16,47. (4) Matth. cap, 17, v. 3. 3) No faltaron justos en el Antiguo Testamento, á quienes Dios re- veló el misterio de las tres personas en unidad de esencia. Cuando Abrahao tuvo la aparicion de Dios en Mambré, vió tres ángeles. y los recibió en su casa no hablando sino en singular, no obstante que dirigía
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