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503 que se ofusque nuestra pequeñez. La manifestacion de Dios á4 los hombres por medio de la encarnacion es un hecho tan portentoso, que pone un valladar á la misma omnipotencia divina, pues no puede Dios hacer ya más por el hombre. Descúbrese entónces la Persona del Pa- dre, que envía ásu Hijo al mundo para que se haga hombre, dándole el mandamiento de enseñarnos los misterios de su amor, y de morir por nosotros, para recibir él con su muerte una satisfaccion completa y Superabundante por nuestros pecados, y ser este para siempre el mediador entre Dios y los hombres. Con solo esto se descubre que Dios tiene entrañas de misericordia, que ama á los hombres con caridad eterna é infinita, pues tiene un Hijo, á quien no puede ménos de amar, y en él y por él nos adopta á todos, para que seamos con él herederos de su gloria, Revélase tambien la existencia de este mismo Hijo, quien siendo indivisible é inseparable de su Padre en la naturaleza, desciende per- sonalmente á las purísimas entrañas de una Virgen, y sin dejar de ser Dios de Dios, luz de luz, resplandor de la gloria increada y figura de la sustancia del Padre, se reviste de nuestra naturaleza, tomando un cuerpo como el nuestro y sometiéndose á todas las miserias inhe- rentes á la criatura débil y perecedera, las cuales empiezan por el vagido infantil de la cuna, y concluyen con el suspiro triste de la muerte. Se nos manifiesta tambien el Espíritu Santo, cuya virtud divina cubriendo con la blancura de sus alas el candidísimo seno de una mujer, forma en ella aquel cuerpo, que ha de ser el cuerpo real y verdadero del mismo Hijo de Dios,-de quien él procede: y resultará de ahf, que ninguna criatura sino esa misma mujer tendrá participacion en esta gran obra, concurriendo á ella sólo el Padre que envía , sólo la persona del Tlijo que se hace hombre, sólo el Es- píritu Santo que organiza el sagrado cuerpo del Verbo divino. Todas estas sublimes grandezas se desprenden del misterio de la encarnacion; pero si quitamos á María, si la apartamos de esta em- presa divina, el mundo de las inteligencias quedará tan tenebroso, como quedaría el mundo material, si de repente subiese el astro del dia al círculo por donde giran las estrellas. María es el astro luminoso que esclarece nuestros espíritus, y al aparecer entre nosotros como Madre de Dios, nos conduce infaliblemente al más exacto conoci- miento del Hijo, y por medio de éste, al del Padre y del Espíritn Santo. Porque con cada una de estas tres divinas personas la unen relaciones, las cuales siendo realmente distintas, como lo son las mismas personas , se identifican y singularizan por el objeto, que no es más que uno, el de mostrarse Dios á los hombres en su unidad esencial y trinidad de personas. Mision tan extraordinaria apénas parece que pueda caber -en una criatura; pues para decir al mundo lo que es Dios en su naturaleza, sólo se concibe que pueda hacerlo el
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