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AA pscn DN 2. por 500 que el pueblo no puede ménos de oirlo con asombro (1). ¡Qué gloria! ¡ Qué grandeza la del Señor ! ¡Qué fuerza la de su brazo! Un profeta ve á este Señor sentado en trono alto y majestuoso, llenando la tierra de su gloria, estando con profunda reverencia cerca de su sólio los Serafi- nes, cantando sus glorias sin cesar dia y noche; y apénas pronuncian las melodías de su cantar, se estremecieron los dinteles de las puertas de la casa de Dios, y se llenó toda de humo (2). Otro tiene delante de sus ojos á la Majestad divina, y no aparece ésta sino entre torbellinos, y grandes ráfagas del aquilon, rodeándola gruesos nubarrones, y lumi- nosos cercos de resplandores, y oyéndose estruendus como los que se forman en las conflagraciones de muchos ejércitos, Ó comio caen del cielo torrentes de agua, como los forma el Altísimo (3), oyéndose ade- más voces innumerables, que gritaban y decian: bendita es la gloria de Dios que sale de su lugar santo (4). Todos en general, teniendo que tratar con un pueblo de corazon duro y de frente altiva, le anuncian los castigos de un Dios airado, cuya presencia no se atreven á observar sino con espanto y temor. Este era el estado, verdaderamente tristisimo, de las inteligencias; el mundo dividido en dos secciones vivia sín las luces que lo ¡luminasen y dirigiesen á la perfeccion intelectual, y formasen su corazon al amor de Dios. Una de esas dos secciones no conocía 4 Dios, porque las tinie- blas producidas por el desarreglo espantoso de las pasiones la envol- vían en un caos impenetrable, y no la dejaban ver la luz que hubo siempre en el mundo de las inteligencias, sin quererla éstas ver (5): la (1) Sirva de modelo el profeta Habacuc: «Señor, dice, he oido tu voz, y temí: saldrá Dios rodeado de resplandores con gran podery virtud en sus manos: marchará la muerte delante de él, y el diablo caminará por delante de sus pies. Echó una mirada y disolvió las gentes, y se pulveri- zaron los collados del mundo, y tan pronto como vieron que andaba, se inclinaron los montes eternos. Entesará su arco, cortará las fuentes llo- rarán los volcanes, se secarán los rios, el abismo dió gritos de terror y las alturas levantaron sus manos al cielo. El sol y la luna estuvieron quietos en sus tiendas, y al fulgor de tus saetas marcharán tras tu lan- za relumbrante.» CS cap. 3.) ; (2) 1sai., cap. 6, v. 4. Nota San Jerónimo la irrupcion y extension de la niebla, como un signo de la oscuridad que tenían los judíos en el conocimiento de los atributos de Dios. Dejábase éste ver de los hombres eminentes de aquel pueblo; pero se advierte, que se les aparecía con alguna oscuridad, como se ve en Moisés, á quien habla desde nubes sombrias, y entre remolinos de fuego (Exod cap. 20 v. 21), en Salomon, á quien se manifiesta Dios en la niebla espesa, que envolvía por fuera y llenaba por dentro el tem- plo (3 Reg., cap. 8, v. 10), y como se ve por fin en toda la historia de las apariciones de Dios en los tiempos en que imperaba la ley antigua. Asiel Santo Rey David dice que Dios tiene fijada su tienda entre tinieblas. fPsalm. 17, y. 12.) (3) Ezech. cap. 1, v.4,24. (4) Cap. 3, v.12, (5) Joann. cap. 1, v. 5.
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