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pm O o, ai Pa 495 ya un rio de elocuencia, sino una como lava de amor divino en que se veía que estaba abrasado, despues de haber hablado de lo que la humanidad debe á la Virgen María (1). «Dios te salve, le dice, delicia del Padre, por la cual el conoci- miento de Dios se extendió hasta los confines del mundo; Dios te salve, domicilio del Hijo, pues de ti salió él, vestido de carne; Dios te salve, habitacion inefable del Espíritu Santo: Dios te salve, admiracion de las mentes celestiales; Dios te salve, oh Vírgen más santa que los Queru- bines, más gloriosa que los Serafines, más ancha que los cielos, más resplandeciente que el sol, más refulgente que la luna; Dios te salve, resplandor de los astros, ligera nube que encierra la lluvia celestial; rayo suavísimo de luz que resplandeces en las mentes de los fieles; trueno espiritual que resuena sin estrépito en los oidos de los fieles; céfiro santo que disipaste de la tierra á los espíritus malos; Dios te salve, nobilísimo encomio de los profetas, sonido de los Apóstoles oido en todo el mundo; confesion esclarecida de los mártires, predicacion encomiada de los patriarcas, ornamento sumo de los santos, verdadero deleite de los justos, gloria verdadera de las vírgenes, cetro y firmeza de los reyes, ministerio máximo de los sacerdotes, refugio invicto de los pecadores, guía feliz de los navegantes y levantamiento de los que caen; Dios te salve, oh Señora, medicina gratuita de los enfermos, resu- rreccion cierta de los que mueren y causa de la salud de todos los mortales. Dios te salve, gozo indecible del mundo, reina de la paz y conciliacion, esplendor inmaculado de las madres, trono amplísimo del Verbo, sustentáculo seguro de los ancianos, enseñanza divina de los jó- venes, ilustre guardia de los niños y mediadora de cuantos hay debajo del cielo. Dios te salve, reparacion del mundo, celebridad magnificen- tísima del cielo y de la tierra. Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, el cual es ántes que tú y salió de tí, y está con nosotros. A El que vive y reina con el Padre y el Espiritu Santísimo, benéfico y vivificador, sea la alabanza ahora y siempre y por los siglos infinitos. Asi sea» (2). (4) Orat. S. Tharasii in Deipar. praesentat., n.* XV. 9) Este elocuentísimo discurso de San Tarasio fué pronunciado por el mismo en la Iglesia de Constantinopla, á fines del siglo octavo, atendi- do que él murió en 806, despues de haber regido aquella Iglesia varios años. Es muy de notar, que precisamente tuvo por predecesores á tres patriarcas impíos y herejes, que fueron Anastasio I, Constantino ll, y Nicetas, quienes se doblegaron á todas las impiedades tiránicas de Constantino Coprónimo; habiendo llegado la osadía de éste y de aqué- llos, no sólo á desterrar de los templos las imágenes de Jesucristo y de los santos , sino á prohibir que se celebrasen las fiestas que de tiempo inmemorial se dedicaban á la Vírgen. Así lo refiere Cedreno en su Com- pendio de historia desde 739, parte 2.* Lo que en este discurso dice San Tarasio es, por consiguiente , la creencia de la Iglesia respecto de la Vír-
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