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493 nistrar animando á los heridos con su ejemplo á que deseen ser per- fectos. Ella, que es hija de cien reyes y lo calla, contentándose con una choza por hogar, con una cueva para dar á luz al rey del mundo, con un carpintero para tener un esposo, y con privaciones y mise- rias para pasar la vida, ¿qué ha de decir á los hombres, sino que no es- tá la grandeza en las riquezas, ni la felicidad en los honores mundanos, sino en alabar al Señor en todas las cosas? Ella, que ha ofrecido 4 Dios ser tan pura en carne como los espiritus, que no tienen cuerpo, ¿qué ha de decir, sino que la pureza es la virtud que trae á Dios al alma y le obliga á vivir en ella? Ella, que siendo Madre de Dios, Reina del mundo, y emperatriz de los cielos, no sabe llamarse sino esclava del Señor ¿qué ha de decir 4 los hombres, sino que sean humildes para ser grandes delante de Dios? Bajo este concepto han mirado á la Virgen en todos tiempos los Pa- dres de la Iglesia. Raíz de todos los bienes la llaman unos (1). Fuen- le de toda luz la predican otros: lluvia fecundadora, derramada por el Espíritu Santo sobre la humanidad, autora de la paz del mundo, de la salvacion del hombre la anuncian éstos (2), y principio, medio y fin de todos los bienes aquéllos (3). «Ella es, dice San Bernardo, aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyo resplandor ilumina todo el mundo, brillando en los cielos, penetrando en los abismos, y re- corriendo la tierra, en la cual da calor á las almas, fomenta las vir- tudes y destruye los vicios (4)..» Lo que la Virgen ha hecho para curar las dolencias del linaje humano , lo que ha contribuido á la re- dencion del mundo, á la perfeccion de los entendimientos y á la di- reccion de las voluntades hacia el bien, es asunto de tanta importancia que ha embargado los ingenios más sublimes , y paralizado á las más eminentes inteligencias de la Iglesia. Compréndese esto porlas palabras siguientes, que son de San Tarasio. « ¿Qué nombre, dice, daremos á la Virgen? ¿la llamaremos cie- lo? En verdad ella encerró en su vientre al Hacedor del cielo y de la tierra. ¿La llamaremos sol? Ella es la que resplandeciendo siete ve- ces más que el sol, concibió al Sol de justicia. ¿La llamaremos luna? Justo:es , pues dio á luz á Cristo, origen de todas las bellezas , resplan- sus amigos, los mismos que ántes fueran siervos. Cierto es que Cristo pagó el precio de la redencion, pero la Madre le dió la materia de donde pagase. El es el Redentor, pero de ella tuvo lo que necesitaba para redi- mir. (Div. Thom. á Villan., serm. 1 de Assumpt.) Causa de la salvacion del linaje humano la llama un escritor piadoso, y la razon y el comple- mento, despues de su Hijo, de cuantas cosas se han hecho, y se han de hacer. (Ricard. á Sto. Laurent., lib, de Laud. Virg.) (1) $. Basil. Seleuc., orat. de Annuntiat. (2) $S Sophron., serm. de Assumpt. (3) Div. Joann Damasc., orat. 1 de Dormit. Virg. (4) Homil super Missus est.
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