BCCPAM000542-2-34000000000000

462 LIBRO TRIGESIMO SEGUNDO. A A EL HIJO DE DIOS MORIBUNDO DESCUBRE EL ULTIMO SECRETO DE SU AMOR. Una vez anulada por la prevaricacion del primer hombre la ecó- nomía divina de elevará todos los hombres á la gloria, para la cual los críaba , ningun hijo de Adan podía entrar en el cielo, si Dios no hubiera tenido decretado salvarlos á todos de la muerte eterna por la gracia de su Hijo. En la eterna filiacion natural de éste existía nuestra adopcion y filiacion: y si Aquél no se hubies. dignado hacerse visible en nuestra ntluraleza, nunca hubiéramos conocido la sublime digni- dad de nuestra asuncion á:ser hijos de Dios y de nuestros destinos fu- turos. Pero predestinados en Jesucristo y por Jesucristo á ser compa- eros de su gloria ,-lo Iremos sido tambien á la gracia, sin la.cual no podemos entrar en aquella herencia ; porque, como dice el Apóstol, todos somos de un mismo orígen, el que santifica y los que somos santificados, no avergonzándose el Hijo de Dios de llamarnos her- manos (1). Cúmplese en efecto la encarnacion para llevar á cabo los decretos amorosos de Dios: pero llama á esto el Apóstol misterio de piedad (2), y entraña, como él mismo lo dice, la manifestacion de Dios á los hom- bres, para que éstos sepan cuáles eran las ideas que Dios tenía acerca de ellos desde la eternidad. Para esto se hace carne el Verbo de Dios, para manifestarnos su gloria: así como nuestra palabra material es en cierto modo una encarnacion sensible de nuestra idea espiritual, que se hace sensible y se materializa en cierta manera, para que, quedando la ídea intacta é integra en su naturaleza y viviendo en el santuario de nuestra alma, llegne 4 los oidos del que escucha nuestra palabra, y ejerza un imperio pacífico sobre él y vaya á imprimirse en su corazon, así tambien se nos ha manifestado Dios en la Encarnacion. El Verbo divino, en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría del Padre, va á tener nuestro lenguaje, y con él nos va 4 poner en conoci- miento de sus secretos, nos va 4 volver sensibles en cierto modo laz ideas divinas, trasmitiéndolas á nuestro entendimiento por medio, de la palabra. Asi, Aquél que había hablado de mil modos y maneras á los (1) Hebr. cap. 2, v. 41. (2) 4.* Timot. cap. 3, y. TE

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz