BCCPAM000542-2-34000000000000
39 do María para él una verdadera hija, en la cual se iba á retratar con todas sus perfecciones, y pdr la cual determinaba hacerse en cierto modo visible, palpable y tangible, y extender su nombre hasta la última de las generaciones humanas, perpetuando por medio de esta Vírgen entre los hombres el conocimiento verdadero y exacto'de su naturaleza, de sus perfecciones y de sus grandezas infinitas. Era un Dios escondido, y se iba á manifestar, á revelar y descubrir: era un Dios tenido , ánn entre aquellos que reconocían la unidad de su esen- cia, por un ser solitario, que estaba servido de millares de millones de otros séres, que son sus ministros y privados, pero sin tener con quien hablar como padre y como amigo íntimo: y tenía determinado que supiesen los hombres por medio de aquella Virgen, que no era así, y que Dios tenía un Hijo eterno, de su misma sustancia y natu- raleza , de su misma esencia, de sus mismas perfecciones , el cual era sin embargo enunidad de esencia otra persona realmente distinta. Y para que nada de cuanto hay en Dios quedase oculto á sus inteligen= cias, sabrían además que aún había en la naturaleza divina otra terce- ra persona, que procedía del Padre y del Hijo, y era tan eterna, in- mensa y omnipotente como los dos, por tener tambien la misma esencia divina , siendo el vínculo que los estrechaba y unía desde la eternidad , y se llamaba Espiritu Santo. Estas eran las circunstancias que habían de acompañar la exis- tencia de la Vírgen; y como Dios dista infinitamente del hombre, en él no puede haber ni deseo, ni fantasía, ni imaginacion , pues todos los actos de su voluntad son eternos , aunque los que tienen por objeto las criaturas, tengan un tiempo determinado para cumplirse. Veía 4 María como ella había de ser cuando llegase el momento de su apari- cion; era su Hija, y nacería heredera de los tesoros de Dios; era su Madre, y traería, nó en el nombre sino en realidad, el título de Reina y Señora del mundo; era su Esposa , y nacería engalanada con todos los donativos que su Esposo sapientísimo y riquísimo puede dar á quien le ha de hacer entrega de todos sus afectos. Así veía pues Dios á la Vírgen en los siglos de la eternidad que precedieron al tiempo presente. Tan pronto como la naturaleza humana empezó en sus dos prime- ros individuos, de los cuales traerían su orígen cuantos hijos habían de tener, descubrió Dios á los primeros padres lo que su providencia sapientísima y misericordiosa tenía decretado en órden al levantamien- to del hombre caido; y quedó desde entonces manifiesto, que todo el sistema divino, cuan inmenso había de ser, se movería, como un orbe de dimensiones inmensurables, sobre dos polos, que eran un hombre y una mujer, verdaderamente nuevos (1). Desde entónces mis- $ (1) Gen. cap. 3, y. 13.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz