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AA A A e EE e OA A RAI. Td SRR RA cid on 38 principio el don y el mandato de crecer y multiplicarse, y llenar la tierra (1). Y cuando contribuye á la perpetuacion de su especie por los medios que Dios ha establecido , sin duda alguna merece bien de la misma naturaleza, y adquiere tambien mérito delante del que la ha criado. No es por tanto extraño que el padre vea en su fantasía al hijo que espera engendrar , ní que la madre, áun ántes de serlo, con- temple hermoso, perfecto y cumplido al que espera ver suspendido de su cuello; pues como dice San Agustin , la mente humana adquiere noticias de las cosas corporales, por otras semejantes que ha visto por medio de los sentidos (2). Y si el padre se contempla á sí mismo y á otros de su especie, viéndose y viéndolos abundantes en gracias y dones de naturaleza, ¿qué deseo podrá haber en él más natural que el de dar á la misma naturaleza un nuevo individuo, en quien ella derrame sus tesoros ? No puede establecerse comparacion entre Dios, que ve todas las cosas en su esencia, y el hombre que sólo ve las que existen ; porque éste, por las solas fuerzas de su comprension natural , sabe que todo es posible para Dios, y que así como existen objetos y séres de pre— sente , podrá haber otros del mismo género y de la misma especie en el porvenir ; sin poder por tanto decir si realmente existirán, y en caso que existan, lo que cada uno de ellos ha de ser como individuo de la naturaleza y especie á que pertenezca. Mas , parala mente di— vina no hay pasado ni futuro, viendo todas las cosas en un acto purí- simo de inteleccion eterna. Y como Dios es el Señor absoluto y uni- versal de todas las cosas: como para él no hay. más tiempo que la eternidad; como todo lo que hay bueno y perfecto, lo es porque €l lo ve y lo. conoce; como cada criatura viene al mundo para llenar el fin que él se propone, de ahí es que ha hecho á unas más perfectas que á otras sin perjudicar á ninguna, porque ninguna tenía derecho á ser sino lo que Dios quisiera que fuese ; de ahí es, que no hay en Dios mutacion, por más que las cosas que no eran empiecen á ser, pues son ellas las que se mudan por tener existencia saliendo de la nada: de ahí es que , destinando desde la eternidad á algunas criaturas para fines particulares que requieren una disposicion especial , ó que han de ser causa de un bien general para todas las demás, él mismo , se- gun su economía tan sábia como misericordiosa , se digna ir derra— mando en la tierra algunas. chispas de luz , que sean como las señales de la marcha majestuosa que han de tener cuando llegue el momen— to decretado por él mismo de straparicion. Y esto cabalmente es lo que'ha sucedido respecto de la Vírgen en a eternidad y en el tiempo. Veíala Dios en aquella como Padre, sien- (1) Gen., cap. 1, v. 28. (2) De Trinit. cap, 3, lib. 9.
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