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e mo LIBRO TRIGESIMO, AUS LAS DOS MATERNIDA DES. Desde que el Hijo de Dios empezó á mostrarse á los hombres eo+ to maestro universal y y bienhechor celestial, empezaron tambien á irse Cosas no sólo admirables sinó nunca dichas por ningun profeta, ni oidas por los mortales. Sin embargo, estas palabras nó cautivaban al vulgo en general tanto como los prodigios, “pues es éste. más llevado por Obras que por razonamientos, y más amigo; suele ser de"ver milagros, y sobre todo milagros pruvechosos para sí, que de gir sentencias sublimes y doctrina mistica. Entre tanto, preciso es decir que los portentos que hacía el Salvador tenían un fin próximo; qué era, despues de la gloria de su Padre, favorecer 4 los necesi- tados. Y esto ño pasaba de ser'un hecho transitorio, y para el Hijo de Dios, pudieramos decir, insignificante; porque es más naturalen Dios el hacer pórtentos, que en el hombre el respirar: miéntras que aquellas palabras de vida , que brotaban sus labios divinos, significaban cosas profundisimás y altísimas que durarian por todos los siglos, pues la palabra de Dios permanece para siempre (1). Es cierto que los ju- díos.,. atónitos de oir unos razoriamientos tan sublimes y conclayentes como los de Jesus, decían que jamás hombre alguno había dicho cosas tan grandes y admirables (2): pero tambien lo es, que lo que los sacaba fuera de sí y los dejaba casi sin palabra, era el ver que Jesus mandaba al cielo, al aire, al agua, á las tempestades, á los de- monios, á las enfermedades , y á la muerte, mejor que el rey al ca- pitan, y el padre al hijo, y que todo le obedecía (3). De mucha más importancia eran las palabras. que los: portentos (1) 4.* Petr. cap. 4, v. 93. 2) Joann., cap. 7. v. 46, 3) Los milagros del Redentor tenían dos operaciones, una exterior y Otra interior, dirigiendose ésta á curar las almas infundiendo en ellas la caridad hácia el Señor que prodigaba tantos favores: y aquélla á dar la salud corporal, ó hacer algun favor transitorio, como por ejemplo, el haber dado de comer al pueblo necesitado. Pero los judíos no se fija- ban tanto en aquélla como en ésta, como se « omprende de lo que el Se- ñor les dijo, cuando lo fueron á buscar despues de haber hecho el mila- gro de los panes y peces: En verdad en verdad os digo , que vosotros me buscais, nó porque habeis visto milagros . los cuales confirman mi doc- trina, sino porque os he dado de comer. Trabajad para tener, nó tanto el manjar que se consume, sino el que dura hasta la vida eterna, el cual os lo dará el Hijo del hombre. Querían á Cristo. no por él, sino por ellos, 28
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