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415 Pero, esta opinion pública del pueblo y de algunos lla” mados á conocerla más de cerca, ora para amarla unos, ora para odiarla otros, tenía que empezar á cambiar: por- que la Virgen desconocida de casi todos, iba á entrar en una nueva fase, que seria enteramente esplendorosa y no produciría en los que la mirasen sino dos efectos, el amor y la veneracion, la fascinacion y la obcecacion: los creyen= tes, los humildes , los hijos de la Iglesia la habían de amar y reverenciar; los incrédulos, los soberbios, los herejes no habian de poder mirarla, sin quedar deslumbrados al ver sus luces irradiantes y habían de pretender cubrirlas con el negro crespon de la perfidia; pero María sería ya: un sol que no tiene diminucion en su luz y brillaría sin cesar con luces inextinguibles. Desde que la Madre de Dios fué sublimada á la region de los cielos, empezó á propagarse y radicarse entre los mo- radores de la tierra la noticia genuina, clara y extensa de lo que era esta Virgen soberana con relacion á Dios, y con relacion á los hombres. Los historiadores inspirados, al escribir la vida. de su Hijo, no hicieron más que echar unos cuantos rasgos en el gran cuadro de las glorias de María. Nos dijeron de ella, que era Vírgen cuando el ángel del Señor bajó del cielo á saludarla; que concibió siendo Virgen, y dió su Hijo 4 luz conservando su virginidad (1), y que su esposo.no.la conoció jamás; afirmando tambien que era ella precisamente aquella Virgen anunciada por Isaías (2), la cual daria al mundo el Emanuel, en cuya aparicion se diria entre los, hombres, Dios está con nosotros (3). Tambien nos dijeron que cumplió. esta Virgen con todos los oficios: .de Madre para con su Hijo, envolviéndolo en pañales, dán- dole su pecho,.librándole de peligros, presentándolo en .el ( 1) o Luc; icaps1:; sv. 35 (2) Matth. cap. 1, v. 25 (3) Isai. cap.-8 y. 10 Ce il We e “ ui 5 J ——. ds

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