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33 aun se diria que la soberanía de Dios no tenía todos los fueros de su señorío absoluto y universal. ¡ Dios, que con 'un solo acto de su vo— luntad puede sacar de la nada miles de mundos, tener que pedir á su criatura el consentimiento para obrar en ella el mayor de sus porten- tos ! ¡ Dios, que es infinitamente poderoso, tener que pedir la coopera- cion de la hechura de sus manos, suministrando ésta la materia, sin la cual no podría el mismo Hijo de Dios tomar la forma de siervo! Ad- mirable , extraordinario es esto por cierto; pero fué necesario para que se cumpliese el gran misterio, y con él todos los designios de Dios en órden á la salvacion del mundo. Y ¿ por qué fue necesario? «Porque no quería el Omnipotente que se obrase el milagro de su Encarnacion en María, no queriendo ella; ni quería tampoco tomar su carne, si ella no se la daba con toda espontaneidad. Porque de Adan tomó carne para formar á Eva, no dándola á él; pero la exce- lencia de María era infinitamente mayor. No bastaba tomar la carne de su cuerpo, sino de su voluntad; y por lo mismo este consentimien- to dulcísimo mereció que el Espíritu Santo dijese de ella estas pala- bras: Tus labios son panal que destila: miel y leche hay debajo de tu lengua (1). Mucha era la complacencia conque Dios veía á la Virgen María en su divina mente desde la eternidad, pues para ejecutar por medio de ella el gran prodigio de su infinito poder y el inefable portento de su amor, tenía que ser esta criatura una como palestra en que el atributo de la omnipotencia de Dios se iba á ejercitar. Habían de concurrir en María Santísima dos cosas , en las cuales se asemejaria de un modo singular á Dios, y eran la virginidad y la fecundidad, conservando cada una su naturaleza y propiedades sin perjudicarse mutuamente , no obstante que, en el órden de las cosas naturales, en la virginidad no puede haber fecundidad, ni la fecundidad puede existir si no desaparece la virginidad. Sin embargo, en la naturaleza divina la virginidad es infinita, porque el Padre Eterno, sin dismi nuirse en lo más mínimo de la integridad de su naturaleza, ni per- der alguna de sus perfecciones , engendra á su Hijo; yla fecundidad es tambien infinita, porque esfg Hijo es Dios de Dios, eterno, inmen= so y omnipotente. Esto, que én la Divinidad es natural, tenía que verse reproducido en la Vírgen; pero sería esto un portento tan gran- de , que es el mayor que Dios puede hacer en una criatura (2). Y en efecto, muchos eran los prodigios que Dios había de obrar en el mundo; pero ¿qué valen todos ellos , junto al de ser Vírgen y Madre á un mismo tiempo? Muchos y varios son los portentos que los hombres vieron en la ley antigua; el mar dividido y reunido; la roca (1) Guillelm. Abb, in Cantic.,c.2. (2) Div. Aug., epist. ad Volus. 3
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