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A rs pl 0 0d. a 370 mausoleo , más hermoso su rostro que el sol, y sus vestiduras más blancas que la nieve (1). En efecto, había pasado el primer dia de la gran solemnidad de los jadíos y su siguiente noche, y empezaba el segundo de la misma fiesta, primero de la semana , y tercero de la muerte de Jesucristo. La bóveda celestial presentaba en la: diáfana arcada de su zenit un ejército de estrellas , que vibrando con fuerza Sus rayos centellantes, desterraban las sombras nocturnas , y matizaban los espacios con lu—= ces suaves : risueña iba viniendo la aurora, confundiendo sus tintes de oro con lo azul del cielo, sembrando de mil «colores todo el hori= zonte, y hermoseando las crestas de las montañas, y las mesetas de los cerros : en los sauces de las márgenes del Cedron estaban ya mo- dulando mil voces de alegría y contento las inocentes avecillas , mién- tras en los aleros del templo gorgeaba la inofensiva golondrina: y henehía el aire con sus aftrullos la blanca paloma : la naturaleza toda había arrollado el manto de las tinieblas, y se adornaba con todas las yalas que lá diera el Criador, y parecía que los collados saltaban y los rios aplaudian; cuando hé aquí que , sin turbarse el gran concierto con que toda criatura festeja á quien la dió el sér, se siente un gran terremoto, y se dejan ver en las cercanías del Gólgota ciudadanos ce- lestiales, cuyo aspecto era como, el del sol que iba viniendo, y cuyas vestiduras superaban en blancura á las cúspides del Saron : eran los ángeles, quienes habiendo levantado las grandes puertas del sepulcro, y llénado de terror á los guardas, que cayeran como muertos , y hu= yeran al poco despavoridos, conversaban ya con las santas mujeres, como si fueran sus hermanos, diciéndolas, que Jesus no estaba allá dónde lo buscaban,,, pues no .viyía entre los, muertos elque, había re- sucitado , y que entrasen y viesen el lugar. donde había estado sepul- tado, pero que no tardasen en irá decir á sus discípulos que había resucitado bj. En efecto, Jesus había penetrado por Jos muros, del.sagrado re» trete,, donde su virginal Madre había pasado.la noche diciendo con su padre David, que se levantase de la tumba el que era su gloria, su (4). Es sentencia comun de los doctores eclesiásticos que la Virgen Marja gozó quizás muchas yeces en su vida mortal'de la vision beatiífica, lo qué nada tiene de extraño que acaeciese en el mómiento én que el Verbo de Dios se hizo hombre én su seno virginal, cuando lo dió “4 laz en el portal de Bethlehem, el dia de su Resurrección y el de su 'AÁscen- sion 4 los cielos. Del dia de la Resurrección lo cree y lo.dice Santo To- más de Villanueva en el sermon de esta fiesta con estas palabras : * Cre- diderim ego, nec me opinio. fallit, divina te tune fruilione beutam.» ¿Qué gracias tan celestiales no bañarían y fortificarían 4 la Virgen, para que, siendo viadora, pudiese gozar de este favor? , (2) Matth. 28, 5, 6,7.

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