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307 gerlo en ellazo, en que con su astucia habia él querido coger á toda la humanidad. Habia éste audado acechando á los calcañares de María , sin podérsele acercar, sin sabernada de las grandezas que encerraba, y sin acertar á definir á aquella mujer. Fué este enemigo eruel al Calvario, atizando la rabia de los fariseos, encendiendo el furor de los sacerdotes, inflamando las pasiones del pueblo , y movien- do las manos de los soldados para que lo: maltratasen , y las lenguas de todos para que lo insultasen, Allí andaba volando de unos en otros, alegrándose al ver que había conseguido estigmatizar con la infamia y maldicion de la ley, al que le había. arrebatado tantas almas £on sus palabras y ejemplos: pensaba que su “victoria era com pleta , cuando hé aquí que Jesus espira, dejándose ver majestuoso, grande, omnipotente 6 inmortal al príncipe de las tinieblas. Era ya éstesun cautivo vencido y despojado: Jesus lo encadenó, y María pisoteo su infernal cerviz, poniendo tambien-con-su,mano virginal una cadena á aquel cuello erguido. ¡Ah! Con más furor muerde Lucifer la cadena que le ha puesto la Madre, que la que le impuso el Hijo; porque ser vencido por Dios hecho hombre, es un recuerdo que le hace temblar: mas el haberlo sido por una mujer, ¡oh! es esta la mayor desesperacion que tiene Satanás (1). Y otro tanto sucede á los inerédulos, que no quieren ver en María un portento mayor que la creacion del mundo: porque su pecado es el orgullo y la soberbia , con que como Lucifer su padre, no quieren hu- millarse á la razon divina, ni reconocer que Dios escoge lo que es débil * 4 los ojos carnales , para confundir á lo que parece fuerte. Con tantas facultades intelectuales como tiene Lucifer , en cuarenta y cinco años de observacion que empleó acechándo á la Vírgen, nada supo de ella, porque le faltaba la luz que Dios no le podía dar, porque su soberbia en que está obstinado, es un impedimento á toda gracia celestial, que durará por toda la eternidad. En la misma manera de obrar an— dan los herejes modernos, que no quieren dar á la Virgen nada de ex- traordinario sobre las demas mujeres. ; Desgraciados! Ya pueden pa- sar años y siglos estudiando los Evangelios con esta manera de pen sar; que al fin les sucederá lo que aconteció á su padre en el Calvario, bajando á los abismos, despechádos y confundidos para siempre. Nosotros entre tanto , como hijos humildes de la Iglesia católica , cuan- do contemplamos las inefables grandezas de la vida dela Madre de Dios, alabémoslo por habernos dado por María un mediador, que mitiga las iras de su Padre, y en ella una intercesora, que nos salva de los peligros de la culpa, y nos lleva al cielo como lo esperamos. (1) En latercera parte, libro trigésimo sétimo, trataremos sobre esta materia con más difusion.
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