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E y t t 3 A | y ' AA e con 332 ¿quién ha sabido perfectamente lo que Jesus padeció desde el huerto hasta casa de Anás, y desde ésta á la de Caifás? ¿Qué lengua humana ha podido contar las afrentas é ignominias, que padeció en la noche aciaga, en que su santo rostro fué tratado como «una cloaca, donde primero los grandes y los nobles, y despues la yil canalla, espútaban con hediondez? ¿Quién contará los empellones , patadas y golpes. que llevó , los sarcasmos y. vituperios que oyó, y los: traspies, tropezones y caidas que le hicieron dar, desde el palacio de Gaifas al de Pilato, desde el de éste al de. Herodes, y desde aquí al: Pretorio , donde fué sentenciado? ¿Quién ha contado los azotes que le dieron, las heridas que le hicieron con las espinas, las veces que los sayones lo arrastra- ron , y las que lo denostaron, llamándolo. embaidor, «blasfemo , re- voltoso , y profeta falso ? ¡Ah! No. ha habido sino un solo sér criado, que pudiera “soportar .en su entendimiento y memoria: tan enornie cuenta, y éste era la Madre del paciente, que lo siguió casi 4 todas partes, viendo sus padecimientos de cerca, y oyendo los golpes y diú- terios , sin que uno solo dejase de llegar á su corazon , aunque algu= nó se escapase á su. vista. Habia venido efectivamente la Virgen á Jerusalen , para ver si podía proporcionar con su presencia algun alivio 4 su amado Hijo , y este deseo de su corazon la conducía en alas del amor tras de sus huellas dolorosas. No pudo, sin embargo, dice el Doctor Seráfico, seguirlo á todas partes; porque, conduciéndolo los judíos «con tanta violencia y precipitacion de un tribunal á otro, para que fuera sustan- ciada la causa, ántes que viniera la hora de sacrificar el cordero pas- cual, no podían las santas mujeres, con quienes ¡ba María, seguirlo sino de léjos (1). ¡Ah! ¿Cómo era posible , que se acercase á su Hijo la Señora , sin ser atropellada y pisoteada por la hez apiñada del pue= blo, que corría en todas direcciones para ver al profeta, apresado con tanto apresto militar, y llevado tan ostensiblemente á las moradás de los altos dignatarios de la Judea y de la Galilea? El presidente ro mano, á quien Jesus fuera presentado como si fuese un 'sedicioso; apénas le hiciera dos preguntas, y oyera las respuestas — verídicas y graves del llamado alborotador, y viera su rostro venerable y mo-= desto; conoció que Aquél era un inocente , entregado por sus conciu- dadanos á la potestad civil , por efecto de la envidia é ira» que contra El tenían : y para evadirse de la responsabilidad dela. causa , alegó un título, de incompetencia , diciendo á los fariseos y principales, que puesto que el acusado era, segun decían, galileo, lo remitiría á Hero- des, que era el rey de aquellaparte , y en efecto lo envió. Mas éste, no encontrando tampoco causa alguna de muerte en el acusado , por (1). Medit. Vit. Christ. cap. 70.
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