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531 LIBRO VIGESIMO «QUINTO, —ARA LA PASION. gl La ciudad de Jerusalen, Son tantas las eseenas¡ de dolor que. presenció, la Virgen Madre el dia de la- Pasion, de-su Hijo, :que;hubiera, b astado ¿ una sola, para quitarla la vida, 4,no haberla sostenido con su,poder.el Omnipotente, que había decretado-que: el Hijo muriese por nuestro rescate, y vivie- se la: Madre paramuestro, consuelo. Todos los: sentimientos y afectos del corazon.de la Virgen subieron á, tal grado de intensidad , que. to" caron al punto; junto al cual empieza el dominio de lo inmenso 6 infl= nito: era inefable. el amor al Hijo, lo'era su: dolor , lo erá su. compa- sion ,-lo era la fortaleza, y lo era la resolucion que tomó. , de, dejar la soledad,de Bethania, por venir á hacerse compañera desu Hijo pa- ciente. Porque. hay en el amor recto yjusto, que la naturaleza, inspi= ra, un cierto instinto que nos lleva como arrastrados 4 ver con nues» tros propios ojos.las «cuitas y dolores de los, que amamos: y aunque cada vez que miramos al paciente, se nos parta el corazon, no pode- mos retirar de él nuestras miradas : porque aquello mismo que es la causa del. dolor , lo es tambien de un consuelo indefinible que senti- mos, ya en ver con amor al que padece, y ya en hacer qué vea que padecemos con él. Y ciertamente , ninguno mejor que el corazon de una madre posee este instinto: el cual en María Madre de Dios, no sólo era un dote de la naturaleza, sino una perfeccion sobrenatural, que produjo en su corazon la maternidad divina , y daba una especie de hábito sobrenatural hasta á la más mínima respiracion de esta Señora. Sentado esto , no hay para qué detenerse en decir, que así como es inenarrable la pasion de Jesucristo, lo es tambien cuanto acae— ció enella á su Madre : pero dirémos lo que la tradicion piadosa nos enseña, y lo quese colige de las palabras de los Evangelistas: pues como afirma el P. San Leon, por lo mismo que la Pasion del Reden- tor es inefable, abunda la materia para estar hablando siempre de ella, no pudiendo nosotros, por mucho que hablemos , decir cuanto encierra este portento de la misericordia divina (1). Y en efecto, (1) Serm. 11 de Passion. Dom.

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