BCCPAM000542-2-34000000000000

¿E o 350 De esta manera llegó la Virgen Madre á Jerusalen junto con su triste comitiva: y habiendo franqueado la puerta que daba á Bethania, enderezaba su marchay' hácia la casa de ¡Caifás,, | dónde sabía que su Hijo había sido condenado la noche anterior. ¡Ah! Ya no estaba allá: pues precisamente cuando la Madre ponía sus plantas dentro de los muros, se había pronunciado .sentencia de muerte contra el Hijo, y muy pronto pudo ver un espectáculo desgarrador pa a su corazon: gritos tumultuarios, vitores, silbidos, y vocería confusa llegaron á herir muy pronto sus oidos, sin que nadie tuviese valor para decir, que por allí traían á Jesus, por no traspasar con esta espada el pio corazon de la Madre. Pero bien se lo decía éste con las nuevas.an- gustias, que lo rodeaban y oprimian á medida que crecía el tumulto, y se iba acercando al fieró rumor. Pasaba la humilde comitiva junto á una encrucijada , dice San Buenaventura (1), cuando desembocó en ella el amabilisimo Salvador arrastrando cadenas, y siendo conducido por un vil sayon, que Hevaba en sa mano la punta de una “maroma,; con que estaba ceñida la cintura de aquél. Una mirada fogaz pudieron solamente darse la Madre:y el Hijo, pues lo llevaban con atropello , y lo rodeaban por ambos lados las lanzas y el populacho que se aglome- raba. María dejó pasar la turba furiosa, y siguió con silencio las hue- llas de su Hijo , cuya inmolacion ya se aproximaba. ¡Ah! ¡Qué ejemplo nos da la Vírgen', para que, como ella lo ha= cia, vayamos 4 mostrar á- los afigidos nuestro amor compasivo , pro- bando así; que amamos, nó con la lengua ni con protestaciónes vanas, sino con obras y con verdad ! Sigamos, pues, sus huellas. (1) Med. Vit, Christ., cap. 76.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz