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321 sin ejemplo, y se ve á una mujer, mandando á un Dios , Y esto es una sublimidad sin igual (1). Sin embargo , en estas palabras vemos ya descrita una parte de las ocupaciones de María Santísima en su humilde hogar, en el cual vivía siempre retirada, como manda el Espíritu Santo que lo haga la mujer fuerte, que es la gloria de su esposo y el consuelo de su fami- lia (2). Poco se diferenciaban las ocupaciones de María en Nazareth de las que tuviera en Egipto, pues tanto en su patrio suelo como en el extraño, sierfpre se ganó para sí y para su Hijo el alimento con el sudor de su rostro y las labores de sus manos. No se avergonzaba de pasar por la mujer de un pobre carpintero: y miéntras éste estaba ocupado en su taller, y Jesus le ayudaba en cuanto pertenecía al arte de pulimentar maderas , María estaba dedicada á cuanto concierne al órden y economía doméstica , cuidando de preparar la comida, del aseo de las personas y enseres, y empleándose en los ministerios , que parecen viles á los ojos del mundo, y no lo fueron á los de la Reina de los cielos. Y en efecto, ni lo son tampoco para quien re- flexione atentamente en el mandato que Dios impuso al hombre, de ganar el pan con el sudor de su rostro: pues con estas palabras de Dios quedaron ennoblecidos y áun santificados todos los oficios y to- das las artes de la vida humana, con tal que sean lícitos y honestos, y sean hechos con buen fin. Así cuando Jesucristo ennoblecía la servi- dumbre, administrando á su Madre cuanto ésta le pedía, ella enno- blecía por su parte las artes , tejiendo, cosiendo , y bordando: y daba lustre á las más ínfimas ocupaciones domésticas, barriendo , limpian- do, y preparando cuanto convevía: para el sostenimiento corporal de su Hijo y de su esposo. ' Era la casa de María un modelo de perfeccion: pero era la familia pobre, dice San Basilio, y padecía penuria de todo, como lo prueba el pesebre donde nació Jesus: por lo que tenian que sudar y fatigarse corporalmente, para lograr las cosas necesarias á la vida, y tanto trabajaba para ello Jesus, como su Madre (3). Esta por su parte reali- zaba en su persona aquel tipo magnífico, que había descrito el Espí- rita Santo de la mujer fuerte, cuyas alabanzas y glorias contarían más tarde sus innumerables hijos. Como aquélla , buscaba María la lana y el lino para trabajarlo con la industria de sus manos, poniéndose á manejar el huso y la rueca, para tener con que alimentar á los de su casa, y para poder abrir la mano al desvalido , y extender las palmas al pobre (4). Es bien evidente que la Vírgen, así como su Hijo, se ocupaba en trabajos manuales, habiendo pasado diez y ocho años en (1) Homil. super Missus est. (2) Prov. cap. 31, v.297. (3) Caten. aur. Div. Thom. in hunc loc, (4) Prov., cap. 31, v. 13, TRE RN AA A o FIN ll

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