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514 E A EN A 320 LIBRO VIGESIMO. —<oo— LA CASA DE NAZARETH, Dice el seráfico Doctor San Buenaventura, que despues que la Virgen Maria tuvo el indecible consuelo de hallar á su Hijo, le dirigió estas palabras: Hijo mo, yo deseo que volvamos á casa. ¿Quieres ve- núr con nosolros? Y añade que el divino Niño contestó diciéndola, que estaba pronto á hacer en todo su voluntad maternal (1). Y en efecto, el santo Evangelio nos enseña, que despues de haber hallado al Niño, se volvieron con él á Nazareth los santos esposos, donde éste les rendía todos los obsequios filiales , estando sujeto á. ellos (2). Ba- jaron en efecto á esta ciudad , en la cual había de pasar Jesucristo la mayor parte de su vida, por lo que Sus compatricios le llamarían el Nazareno, y sus enemigos lo teodrían por un hombre de la nada , co- mo nacido, segun ellos creían, en una ciudad innoble, como educado sin frecuentar las escuelas, y como dedicado á ejercer un oficio pobre, y ocupado en servir á sus padres. Es verdaderamente admirable la economía de palabras y brevedad de sentencias , con que el Espíritu Santo nos describe la vida de Jesus en Nazareth, yjunto con ella la de su Madre. Pero encierran tantas grandezas las dos sentencias, en que se nos describe la vida del Hijo y la de la Madre, que bastan ellas solas para ocupar todas lasinteligencias angélicas en su contemplacion por toda la eternidad. Jesús estaba su- jeto á cuanto sus padres le mandaban, obedeciendo á María como los demas hijos obedecen á sus madres : y en esla sola accion se nos pre- sentan dos extremos, que producen igualmente asombro en nuestro espíritu, pues si es inexplicable la dignacion benignísima del Hijo, no es ménos inefable la excelentísima dignidad de la madre. En diez y ocho uños que vivió Maria con Jesus en la vida escondida de Nazareth no se lee que baya éste obrado ningun portento; para qué quería ha- cer milagros? ¿Qué mayor prodigio, que esta sujecion con que Jesus sirve 4 María en las cosas domésticas , y 4 José en un arte mecánico? Dos prandes portentos había aquí, dice San Bernardo: porque se ve á Dios obedeciendo á una mujer, lo que nos presenta una humildad (1) Meditat. Vit. Christ. , cap. 13. (2) Luc. cap. 2, y. 31.
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