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319 esta, y lleva en si el sello mas admirable y portentoso de la sabiduria infinita de las obras de Dios: pues al preguntar á los maestros y doc- tores, demostraba que era hombre; mas al responderles con tanta sabiduría, manifestaba que era Dios. Y en efecto, aquellos doctores asombrados se lanzarian á mil conjeturas, al ver un Niño tan elocuente y tan lleno de uncion para responder y enseñar. Este, dirian, es hijo de algun gran principe, pues lo ha enseñado desde la cuna. ¿Quién sabe si David va á verse reproducido en este Niño admirable? Alguna gran princesa ha venido sin duda estos dias á Jerusalen, y lo ha envia- do al templo. Estas y otras ideas de grandezas carnales girarían quizas por la mente de aquellos sabios, cuando Dios vino á poner un velo sobre sus ojos con la llegada de la Madre, que se presendaba en traje pobre y humilde, acompañada de su esposo revestido de las mismas apariencias. Hijo , dice ésta al Niño, ¿por qué lo has hecho así con nosotros ? Mira , como tu padre y yo le buscábamos angustiados (1). A lo que Jesus responde, que él estaba ocupado en las cosas de su Padre; y con esta respuesta misteriosa echó un velo á sus -operacio- nes arcanas y divinas, cuya manifestacion reservaba para más tarde. Así, el sabio carnal, que creyó que podía haber algo escondido en aquel Niño, al ver que era hijo de una Madre pobre, y de unhombre plebeyo, ya no pensó más en él. Y en efecto, Jesus salió del templo con su Madre y con su padre putativo, y nadie pensó más en su per sona, ni en su sabiduría. Aprendamos de la solicitud de la Vírgen en buscar á su Hijo, la manera cómo debemos buscar á Dios: él es nuestra única salvacion, y no lo hallarémos entre los parientes y conocidos segun la carne, pues éstos casi siempre nos alejan de él, sino en el templo santd, es decir, en la Iglesia nuestra Madre: allí hallarémos á Jesus, si observa- mos sus preceptos, y recibimos dignamente los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, en donde Jesus se nos da todo entero. Oh María, dulcísima abogada de los pecadores, yo sé que mi eterna felicidad está depositada en el corazon de tu¿Hijo Jesus, pues me ha redimido con su sangre preciosa. Postrado, pues, á tus virginales plantas , te suplico que si por una desgracia. perdiere yo la amistad de mi Dios por la culpa, traspases mi corazon con un dardo de dolor, para que me levante del sueño del pecado y lo busque de nuevo con las lágrimas y la penitencia: y hallándolo, lo estreche para siempre en mi seno, diciendo con la esposa de los Cantares: Hallé al que ama mi alma: lo tengo y no lo dejaré por toda la eternidad. Así sea. (4) Medit. Vit. Christ. cap. 15. STD As Ú y 1 ] 4 3 $
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