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315 LIBRO DECIMONONO, JESUS PERDIDO Y HALLADO. No fué poco el gozo que causó á los deudos y parientes de la Vír- gen el verla establecida de nuevo entre ellos, pues las virtudes que habían observado en el poco tiempo que había estado en Nazaret, que apénas llegó á nueve meses, la habían hecho estimable á todos. No había quien no bendijese al Señor, al ver el hermoso Niño, que creían era el fruto de bendicion, con que Dios había consolidado su enlace con San José; y aunque era éste de una edad ya madura, ben- decían todos tambien á María, por haberla tocado en suerte un hom- bre tan bueno, y por haber tenido ya'un hijo tan agraciado, que arrebataba los corazones de cuantos le veían. Contestaba á todo la Virgen con suavidad de semblante, y con palabras modestas y hu- mildes, adquiriendo cada dia más nombre de mujer discreta, sabia, prudente y recutada : y si la tuvieran por muy feliz por haber unido sus destinos temporales con los de aquel artesano tan venerable en sus modales , tan prudente en sus palabras y tan asiduo en su trabajo, mucho más dichoso lo creyeron á él por haberse casado con aquella jóven que asombraba á todos por sus prendas nunca vistas, y por haber dado á luz áaquel Niño encantador y lleno de saber y de gracia. Asi hablaba el vulgo, al ver aquella santa familia, y entre tanto la sabiduría de Dios encerraba bajo estas apariencias los misterios más admirables de su poder, concurriendo á completar la obra se— creta de Dios, la Vírgen con su humildad , y San José con su virgi- nidad y su prudente economía. No discrepaban de los demas Israeli- tas en la observaneia de las solemnidades prescritas por la ley, ha-= ciéndose solamente notar entre todos por el espírity de devocion con que las practicaban , y por la superabundancia de piedad que veían en ellos. Porque habia Dios mandado que todo varon se presentase tres veces cada año en su santo templo en los dias solemnes prescritos por él : y aunque esta obligacion no comprendía á los niños, y mucho ménos á las mujeres, veían que María ¡iba todos los años á Jerusalen en el dia solemne de la Pasena , llevando en su compañía á su Niño, quien asistía á la solemnidad del sacrificio del cordero, adoraba al Señor con sus padres, comía del cordero con ellos y otros parientes, y se volvía tambien con ellos á Nazaret, pareciendo él en sus moda- les un ángel en carne humana, ó un trasunto celestial del jóven Da-
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