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311 necesario, para dárselo á su niño, para que no llorase (1).» Salía algunas veces la Virgen de su retiro, é iba á la fuente, que había brotado milagrosamente cerca de la casa, donde lavaba los pañales y otras ropas de su amado Hijo, y de esta misma fuente solia el Niño llevar agua á su Madre , empleándose en servirla , pues no tenía otro criado (2). En medio de esta vida de trabajo corporal y de humilla= cion del ánimo, se conservaba éste sereno y suave en la dulcísima María, no avergonzándose de ocuparse en trabajos tan abyectos, ni acordándose quizás jamás de que había tenido por progenitores á los Zorobábeles, á los. Ezequías y Davides. ¡Ah! El Hijo de Dios, «el Emperador de los siglos, el Rey de la eternidad , y la Reina de los cielos y de la tierra, de los Angeles y de los hombres, enseñaban á toda la humanidad cuál es la verdadera grandeza y nobleza del hom- bre : la cual está reducida á una sola cosa, á saber: á ser siempre humilde, humilde en las grandezas y humilde en las pequeñeces de este mundo : porque Dios reserva para los humildes nada más Sus favores en esta vida y un engrandecimiento inefable en la otra. ¿Quién nose pasma al contemplar al Hijo del Altísimo sentado cerca del banco de un carpintero, entreteniéndose con las virutas que caen del madero que éste pule, miéntras su Madre se halla muy cer- ca sentada humildemente por tierra, cosiendo y haciendo otras labo- res propias de una criada? ¿Quién no baja su hinchazon, al ver como esta santa familia se sienta á la mesa, no teniendo el Señor, que provee á cuantos séres hay de alimento y de vida, sino un pobre potaje, un pan ganado con el sudor de la frente de la Emperatriz del mundo , y un poco de agua con algunas frutas de la tierra ? Lo úni- co que contristaba el corazon"de María , era el ver que empezando á crecer su niño, estaba macilento y demacrado , pues al observar su palidez y debilidad de fuerzas, prorumpía en lágrimas (5). Porque apénas empezó á tener alguna edad el santo Niño, pasaba mucho tiempo en oracion, lo que unido con los apuros y la escasez de los alimentos, hacía que pareciese extenuado y acabado. Mirábalo sin cesar su Santísima Madre, y como tenía siempre ante sus ojos la mutrte que tenía que padecer con el tiempo, pintábase en su amable rostro una tristeza profunda, que la salia de lo más íntimo del cora- zon. Veía esto su divino Niño, y cierto dia en que ella estaba pen- sativa y triste, mirándolo con ternura, la preguntó por qué estaba (1) Div. Bonavent., Meditat. Vit. Christ, . cap. 12 et 15. (2) Ibi est fons, de quo Puer Jesus deferebal aquam matri sue : fa- ciebat enim hujusmodi servitia Matrí, non enim habebat Domina alium servum. (Ibid. cap. 15.) (3) Aspiciendo eum macilentum et pallidum, lugebat inconsolabili- ter. (Div. Bonav., Medit. Vit. Christ. , cap. 12.)

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