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LIBRO DECIMOSEXTO. —a0d 0 LOS MAGOS ADORANDO AL NIÑO DIOS. No en vano se dió al Niño recien nacido el nombre de Salvador, atendido que aún no se le había impuesto, y ya había empezado á ejercer el oficio, llamando á los hombres al camino de la salud eter= na. Para que el pobre , que era mirado en el mundo con desprecio, levantase ya su corazon del lodo de la afrenta, en que lo tenia su triste suerte , y supiese que Dios no mira las cosas como los hom- bres , empezó el Dios recien nacido á llamar junto á sí á los hombres sencillos , y les dió consuelos y felicidades, que el mundo no puede dar , á pesar de gloriarse en su orgullo de que lo puede todo. Mas, como venía este Rey pacifico á romper el muro de division , que se= paraba al judío del gentil, y 4 formar un solo rebaño, regido por un solo pastor y conservado en un mismo redil, apénas había puesto sus plantas en la tierra , puso en movimiento los cielos: y miéntras los ángeles conversaban familiarmente con los pastores y les convidaban á ir 4 encontrar á su Salvador , las estrellas 'se convertían en lenguas elocuentes , que con sublimes acentos decían á algunos que tuvieron la dicha de observarlas , lo mismo que oyeran los sencillos zagales. Tan sólo hubo diferencia en el modo, pues para los fieles empleó el Señor la voz de un sér racional , miéntras que para darse á cono= cer á los infieles , echó mano de los prodigios (1). Sucedíanse por tanto unas á otras las alegrías , que las primicias de la redencion causaban en el corazon de la Virgen María; pues al poco de haber visto las del pueblo de Abrahan representadas en los pastores de las comarcas de Bethlehem, tuvo el gozo de contemplar las del pueblo gentil en los ilustres personajes, que, al poco de haber dado á luz á su amado Hijo, llegaron á la pobre casa, donde estaba (1) 41 Cor., cap. 14, v. 28. al Ml ' 0 5 AAA Sr 10 ATT AA A po a = a
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