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278 LIBRO. DECIMOQUINTO. aña” BETHLEHEM. E. L. Dios con los hombres. No había existido jamás un matrimonio tan celestial en la elec- cion de los consortes, tan uniforme en la union de las voluntades, tan lleno de felicidad, y tan fecundo en resultados, como el de los santos esposos José y Maria. Prefigurado en las alianzas que contraian los Patriarcas con nobles y ricas doncellas, fuera anunciado muchos siglos ántes pur el profeta, que-en-su honor había cantado un dulcísi- mo epitalamio , diciendo que sería su mujer como la vid lozana , que ostentando con gallardía sus pámpanos y racimos , rodea los muros del hogar doméstico : que se parecerian sus hijos á los retoños aro- máticos del olivo, al sentarse en su mesa , y que estas bendiciones le estaban reservadas porque temía á Dios (1). Tan pronto como el-án- gel del Señor reveló á José las cualidades de su esposa, y las del Hijo que tenía en su seno, pudo comprender muy bien, que él había re- cibido junto lo que los antiguos Patriarcas tuvieran por partes : pero con una diferencia esencial, que lo hacía á él el más feliz de los mor- tales, y era; que á los antiguos les diera, Dios sombras , y 4 él luz; á aquéllos las figuras, á él la realidad ; á ellos tierra, á él cielo; aqué- llos tuvieron uno ó más hijos:, éste los tendrá más numerosos que las estrellas del cielo; ellos tenían ua vástago terreno, éste un Príncipe celestial ; ellos dieron la. mano á' una esposa terrena , y él 4una Reina, á una Virgen Madre, á un sér casi indefinible , pues media entre Dios, porque no es tanto como él, y entre los Serafines , porque es más que todos ellos. Era, pues, felicísimo el Patriarca , conociendo el valor del tesoro, que Dios le había dado en su Esposa : no siendo ella ménos dichosa, por hallarse bajo la tutela de tan digno protector de su integridad vir- cginal : y uno y otro pasaban los días santamente , dando gracias al (1) Psalm. 127, v. 3, 4,5.
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